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«Como ustedes no lo hicieron así la primera vez, el Señor nuestro Dios nos castigó, pues no lo consultamos como debimos hacerlo» (1 Crónicas 15:13, RVC).
¿Has hecho algo malo una vez y el resultado fue desfavorable? Déjame decirte que David, sí, el rey David, te habría comprendido muy bien. Un día se le ocurrió la brillante idea de traer el arca de Dios, la que contenía los Diez Mandamientos, a Jerusalén. Y la idea no era mala, lo malo estuvo en la manera de hacerlo. Revisemos tres puntos:
1. Los sacerdotes no se santificaron. En las leyes de Moisés, estaba estipulado que, antes de mover el Arca, todos debían hacer un rito de santificación en el cual las personas se consagraban para apartar cualquier pensamiento pecaminoso y para confesar los pecados cometidos.
2. No eran levitas quienes guiaban el carro. No existe evidencia de que Uza y Ahiud pertenecieran a la tribu de Leví, pero, según 1 Crónicas 8:7, pertenecían a la tribu de Benjamín. En las reglas para el transporte se estipulaba que solo los levitas podían mover este sagrado mueble, como los demás del santuario. Y cualquier extraño que se atreviera a acercarse, moriría (Números 1:51). Según Elena de White, Uza mostró presunción y desconfianza al querer ayudar a cuidar el Arca. Y Dios cumplió su palabra.
3. El arca debía ser llevada por los sacerdotes en hombros: no sé de quién fue la idea de mover el arca
en un carro nuevo tirado por bueyes, pero podemos atribuirla al rey. Quizás recordaron que los filisteos usaron ese medio de transporte para devolver el arca y pensaron que también ellos podían hacerlo. Pero Dios se lo permitió a los paganos porque no sabían las reglas, el pueblo de Dios sí las sabía.
Tras haber reconsiderado los errores, David se propuso intentarlo otra vez, ahora haciendo las cosas de la manera correcta.
–La primera vez –les dijo a los sacerdotes– no lo hicimos como debimos.
Ahora, los sacerdotes y los levitas se santificaron y los levitas cargaron sobre sus hombros el Arca, tal como el Señor lo había ordenado (1 Crónicas 15:14-15). Esta vez, hubo júbilo en lugar de luto.
La buena noticia es que Dios también tiene una segunda oportunidad para ti. Las reglas de Dios son claras y no hay razón para querer hacer las cosas a nuestra manera o modificando un poco el reglamento. Inténtalo
de nuevo.