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«Como un águila que aviva a sus polluelos y revolotea sobre sus crías, así desplegó sus alas para tomarlo y alzarlo,
y llevarlo a salvo sobre sus plumas.
El Señor, él solo, lo guio; el pueblo no siguió a dioses ajenos» (Deuteronomio 32:11-12).
En la cima de su cadena alimenticia encontramos al águila, que también es denominada «superdepredador», esto es porque no hay animal que la pueda cazar. Sus fuertes y enormes alas le han hecho ganarse el título de la «reina de los cielos». Es posible que Moisés haya sido testigo, en alguna montaña, una de las tantas veces que subió para hablar con Dios, del vuelo de las águilas y de cómo estas enseñan a volar a sus crías.
Puedo imaginar la escena de la madre real soltando en vilo (sin apoyo o fundamento, suspendido en el aire) a su pequeño, pero tan cerca de él para acudir a su auxilio. Esta figura debió quedar muy marcada en la mente del líder, que no encontró mejor comparación con la portentosa salida del pueblo de Dios de la servidumbre a los egipcios.
¿Has tenido el sueño de emprender un proyecto y lo has pospuesto, pensando que no puedes? Si es así, tienes que volver a leer el texto de hoy (sugiero leerlo de nuevo). Ahora, ¿puedes imaginar al Señor alrededor de ti, alentándote y diciéndote: «¡Vamos, tú puedes!»?
La «reina de los cielos» obliga a sus polluelos a volar porque sabe que pueden hacerlo, porque sabe que tienen alas. De la misma manera, Dios te anima hoy a que des el primer paso y salgas de tu comodidad, de la mediocridad, de tu esclavitud, de los hábitos incorrectos. Hoy puedo escuchar al Señor decir: «Vamos, Sayli, sí se puede; sigue escribiendo, no te detengas; un día tu matinal será publicado y habré cumplido tu sueño. Porque yo te hice, confío en ti y sé que puedes hacerlo. Pero esto requerirá esfuerzo, requerirá compromiso, requerirá arriesgar y volver a intentar».
Aún cuando te sientas en vilo, tienes que seguir volando porque tu Padre no te va a dejar caer. Él te dio alas y te diseñó para volar, para ir a las alturas y desafiar tus límites.
Levántate y busca ese proyecto que dejaste inconcluso, sigue con las clases de ese nuevo idioma que quieres aprender, escribe un libro, un himno, perfecciona ese instrumento que ya casi dominabas. La buena noticia es que el Rey del cielo te sostiene con sus alas.
