Equipadas para disfrutar la vida
“Porque Dios los ha comprado. Por eso deben honrar a Dios en el cuerpo” (1 Cor. 6:20).
La psicoterapeuta y escritora Virginia Satir dice en uno de sus libros: “Tu capacidad de ver, de oír, de tocar, de saborear, de sentir, de pensar, de moverte, de hablar y de escoger, son tus compañeros, tus armas para avanzar hacia lo desconocido”. Es una extraordinaria realidad que, cuando nacemos, venimos a este mundo equipadas por Dios para tener una vida plena y placentera. Los sentidos son dones maravillosos que el Señor nos ha dado para que disfrutemos la vida; sin embargo, son pocas las veces que hacemos un alto en el camino para darle las gracias por ellos.
A través de los sentidos, también contactamos con los demás y podemos expresar emociones tales como afecto, ternura, alegría y amor. Lo que entristece es saber que millones de seres humanos creen que necesitan recurrir a formas artificiales de placer para sentir que están disfrutando de la vida. Las drogas y el alcohol están tomando el control de las emociones de millones de seres humanos, dejando imposibilitados a quienes los consumen para sentir el placer y la belleza de la vida de una forma natural, a través de los sentidos y de una razón santificada. Cuando las sustancias adictivas se posesionan de la mente de una persona, esta se adormece en una quimera de la que tendrá un doloroso despertar.
Nuestros niños y jóvenes están expuestos a esta terrible realidad; por lo tanto, las madres debemos tener una vigilancia incesante y llena de cariño con respecto a nuestros hijos, a fin de librarlos de que caigan en vicios y adicciones. Muchos defienden algunos de ellos arguyendo que son inofensivos, pero lo cierto es que cuando la adicción (y no la razón o la voluntad) dirige la conducta, el peligro está al acecho.
Tengamos cuidado de lo que llevamos a la mesa familiar; la comida y la bebida a veces son la antesala de vicios devastadores. Asimismo, aprendamos a afrontar las circunstancias de la vida cotidiana, agudizando al máximo los sentidos, sin tener que echar mano de métodos artificiales. Enseñemos a nuestros hijos a disfrutar la vida honrando a Dios con su cuerpo.