«Pero Dios nos dijo: ‘No coman del fruto del árbol que está
en medio del huerto, ni lo toquen. De lo contrario, morirán’ » (Génesis 3:3).
Durante la exposición de Thomas Alva Edison sobre su descubrimiento de la luz eléctrica, los visitantes paseaban elegantes con grandes trajes y pomposos vestidos por las salas. El anfitrión presentó a los visitantes las diferentes máquinas generadoras de electricidad y les permitió visitar algunas salas donde se exponían más. Sin embargo, algunas salas tenían un letrero que decía: «Prohibida la entrada» ya que ahí se
encontraban las máquinas con mayor poder generador de electricidad. Algunos obedecieron la indicación; pero otros, más curiosos, hicieron caso omiso y descubrieron que sus relojes estaban imantados. Una mujer joven, que había entrado a una sala prohibida, de pronto salió corriendo, llorando y espantada, con su cabello suelto y poco peinado. Sucedió que, al acercarse mucho a esas máquinas, la imantación había desprendido los broches que sostenían su elegante peinado.
Las puertas a las que Dios les ha puesto ese mismo letrero también son para conservar nuestro bienestar físico, social, emocional y espiritual. Ninguna de sus restricciones han sido dadas con el objetivo de privarnos de alguna de sus bendiciones. Sin embargo, las puertas prohibidas por Dios, son un arma poderosa en manos del enemigo. Recordando a Eva, queda claro cómo funciona la estrategia de Satanás al usar estos letreros. Si Dios dice que no, Satanás dice: «¿Por qué no?» Si Dios dice «no cometerás adulterio», el enemigo dice: «¿Por qué no?» Inténtalo. Las consecuencias por entrar en puertas prohibidas ni siquiera requiere de una encuesta para saber los resultados. Ellos son tangibles en una sociedad que, a cada minuto, sufre las consecuencias de desobedecer las reglas del gran Creador.
Alva Edison, el creador de las máquinas de generación eléctrica contenidas en las salas, advirtió que ese no era un lugar seguro para transitar, pues la imantación que producían las máquinas podría ocasionar daños. Dios, que creó la luz con los astros, ha advertido que, si entramos en las puertas prohibidas, vamos a lamentar no solamente la pérdida de las hebillas de nuestro cabello, sino estar en riesgo de perder nuestra vida eterna, ya que el pecado es un imán muy poderoso que atrae. Si Dios dice «no pasar», no pases. La buena noticia es que las puertas a las que sí nos da acceso siempre nos llevarán por el camino correcto.