Matutina para Mujeres, Sábado 15 de Mayo de 2021

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Cuando Dios cambia el rumbo

“Señor, muéstrame tus caminos; guíame por tus senderos; guíame, encamíname en tu verdad, pues tú eres mi Dios y Salvador. ¡En ti confío a todas horas!” (Sal. 25:4, 5).

Hacer planes y organizar las actividades personales en una agenda es una estrategia que nos ayuda a optimizar el tiempo y los recursos de los que disponemos. Haciendo referencia a esto, la Pa­labra de Dios dice: “Los planes del diligente ciertamente tienden a la abun­dancia” (Prov. 21:5, RVR 95). Hermoso llamado a planificar diligentemente.

Los beneficios son obvios. Quienes organizan su actividades y compro­misos en una sencilla agenda saben hacia dónde van y cómo llegar a sus ob­jetivos. La improvisación, por el contrario, puede llevarnos a desperdiciar el tiempo y desviarnos del camino que nos conduce hacia los objetivos pla­neados y deseados. Los ejecutivos de empresas, las amas de casa, los estudian­tes universitarios e incluso los niños tendrán grandes beneficios si desarrollan el hábito de hacer planes.

El mismo acto de planificar, en muchos casos, es el que nos muestra el camino a seguir; es como un norte en la brújula de la vida, una señal de vida que marca el rumbo al que deseamos llegar. Quien proyecta su transitar por el tiempo puede estar casi seguro de que llegará a donde desea llegar, pues su rutina diaria irá encaminada hacia la prosecución de esas metas. 

Sin embargo, al hacer planes, debemos recordar que el que se mueve su­premo y soberano en nuestro favor es Dios. Nuestros planes están a su vista y debemos ser conscientes de que él puede modificarlos por su gracia y mi­sericordia cuando nuestro destino final está en juego. 

Toda hija de Dios sabe y acepta que, a veces, la ruta que había trazado cambia drásticamente y el tiempo planeado para el cumplimiento de un pro­yecto o un objetivo se retrasa o no llega. Pero, aferrada a su fe y sumisa a la voluntad divina, mantiene la calma sin perder al ánimo. 

Antes de hacer planes, pregúntale a Dios cuáles son los que él tiene para ti. Enfócate en lo que puedes controlar y deja que lo demás lo resuelva él; este es el sendero que te lleva a experimentar la paz que él nos ofrece. Planifica tu día a día en compañía de Dios. Pon tus planes a consideración de su voluntad y, sin lugar dudas, tendrás la convicción de que, pase lo que pase, Dios está contigo.

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