La samaritana, una mujer sedienta
“Jesús le contestó: ‘Cualquiera que beba de esta agua volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna’ ” (Juan 4:13, 14, RVR 95).
Uno de los relatos más hermosos e impresionantes de la Biblia es el de la mujer samaritana y su encuentro con Jesús; él mismo lo propició, impulsado por el amor infinito y la compasión que sentía por ella, aunque ella, hasta ese momento, lo ignoraba. Ir al pozo era una faena que repetía día a día, pero con el tiempo se había transformado en una rutina que carecía de sentido. Aunque en lo más profundo de su corazón había una necesidad insatisfecha, la búsqueda para calmar su sed física era solo un pretexto para no mostrar abiertamente su sed de amistad, aceptación, amor y comprensión.
Lo sucedido a esta mujer se repite todavía. Vemos a mujeres hastiadas y agotadas por la búsqueda de sentido en lugares equivocados. Es en este punto que Jesús se cruza en el camino y todo cambia. Él siempre hará una cita con sus hijas, y lo único que debemos hacer es acudir y no desperdiciar la oportunidad.
La samaritana tenía una vida licenciosa; iba a la deriva, sin horizonte, sin planes ni objetivos. Su única rutina era ir al pozo de Jacob todos los días a la misma hora, recorriendo el mismo sendero polvoriento, sintiendo las miradas de reproche; esto la puso, sin imaginarlo, frente a su salvador. Ella sentía que en cada cántaro que sumergía en el pozo se diluía su esperanza. La sed de paz, satisfacción, valor personal y felicidad seguía sin ser saciada.
Dios conoce tu necesidad, sabe de lo que estás huyendo, conoce tu vergüenza y tu culpa por los errores del pasado, entiende que, por más que intentas llenar tu cántaro existencial, este continúa vacío. Jesús le dijo a la mujer: “Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: ‘Dame de beber’, tú le pedirías, y él te daría agua viva” (Juan 4:11, RVR 95). Ese es el ofrecimiento que Dios te hace hoy.
Jesús puede ser tu norte para sacarte de tu extravío; solo mira las huellas que ha dejado en el camino y síguelas. Él te dice: “Baja tu cántaro vacío que yo lo llenaré con agua de vida para que no tengas sed jamás”.