«Pues todo lo que está escondido tarde o temprano se descubrirá y todo secreto saldrá a la luz» (Marcos 4:22).
Desde muy joven Juana mostró capacidades intelectuales y oratorias muy notables. Sin embargo, en su época no era permitido que las mujeres recibieran estudios de preparación superior como los hombres. Debido a esto, Juana cambió su nombre a Juan y, de esta manera, pudo ir de un monasterio a otro y aprender más. Cuando llegó a Roma, el Papa León IV la eligió como su secretaria, aunque hay que recalcar que el Papa pensaba que tenía en ella un erudito secretario. Cuando el Papa León murió en el año 855, Juan fue
nombrado Papa bajo el nombre de Juan VIII. Pasados unos años, durante una ceremonia religiosa, el Papa Juan comenzó a sentirse mal y dio a luz a la vista de sus feligreses. No se sabe con precisión si murió a causa del parto o si murió al ser lapidada por el pueblo. Lo cierto es que su engaño había sido descubierto y su mentira acabó con su vida.
Referente a la mentira, Abraham Lincoln dijo: «Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a alguno todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo». Jesús lo había dicho antes a sus discípulos en el texto de hoy.
Tarde o temprano, las mentiras salen a la luz. No hay embarazo que dure toda la vida, ni mentiras que nunca nazcan. Viviríamos con menos problemas y preocupaciones si tomáramos siempre el camino de la verdad. Pero, por lo general, muchos eligen el camino más largo de la mentira y, al final, siempre llegan, arrastrando muchos conflictos, al mismo destino: la verdad.
Querida amiga, busquemos siempre el camino de la verdad, seamos dignas hijas representantes de un Dios de verdad aquí en la tierra, seamos personas fidedignas en las que los demás puedan confiar. Aprendamos a decir la verdad, a vivir la verdad, a enseñar la verdad, a convivir con la verdad y el Dios de verdad habitará en nosotras. Con su presencia, no habrá lugar para los engaños.