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«Precisamente son ellas las que, siguiendo el consejo de Balaam, incitaron al pueblo de Israel a rebelarse contra el Señor en el monte Peor. Son ellas las que causaron la plaga que hirió al pueblo del Señor» (Números
31:16).
Describe un poema de Félix María Samaniego que, bebiendo un perro en el Nilo, al mismo tiempo, corría.
–Bebe quieto –le decía un taimado cocodrilo. Pero el perro, prudente, le respondió:
–Dañoso es beber y andar; pero, ¿es sano el aguardar a que me claves el diente? A lo que el cocodrilo replicó:
–¡Oh, qué docto perro viejo! Yo venero tu sentir en esto de no seguir del enemigo el consejo.
Es solo un poema, pero encierra una gran verdad. Eran claras las intenciones del cocodrilo. Si el perro tomaba agua, tranquilo, en un solo lugar, le resultaría mucho más fácil comérselo. No es distinto el «modus operandi» del enemigo, que acecha constantemente a los hijos de Dios. Solo que, en ocasiones, no somos tan astutos como el perro y seguimos el consejo equivocado, que finalmente nos hace presas fáciles de devorar.
Nuestro único indicador de que vamos por el camino correcto es si estamos siguiendo las reglas establecidas en las Sagradas Escrituras, ya que conocer la verdad nos hace libres de caer en los malos consejos. El ejemplo más claro lo vemos en el texto de hoy. Al juntarse el pueblo de Israel con mujeres paganas, atrajeron la ira de Dios sobre ellos. Pero no fueron capaces de oler la trampa como el perro, sino que escucharon el consejo de Balaam que decía, desde el río, cual cocodrilo: «júntense con esas mujeres, no pasa nada, son hermosas e inocentes». Ya el Señor había dejado sus estatutos bien establecidos y, entre ellos, se encontraba el hecho de que su linaje no debía mezclarse con pueblos que adoraran a dioses extraños fuera de Dios.
La buena noticia es que, si caminamos tomadas de la mano de Jesús a dondequiera que vayamos, el Espíritu Santo podrá susurrarnos si el consejo que estamos recibiendo es bueno o es malo. De esa manera, saldremos siempre victoriosas en cada trampa que el enemigo tenga preparada para nosotras. Con el Espíritu Santo
como consejero, no habrá cocodrilo que nos pueda engañar.