Matutina para Mujeres, Viernes 02 de Julio de 2021

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El gran privilegio de ser madre

“Instruye al niño en su camino, y ni aun de viejo se apartará de él” (Prov. 22:6, RVR 95).

La maternidad es uno de los dones más preciados que Dios nos ha dado a las mujeres. De esta manera, nos ha hecho copartícipes con él del maravilloso proceso de la creación. Cuando una madre acuna a su hijo en los brazos, puede tener una visión más clara del amor incondicional que Dios siente por cada uno de sus hijos terrenales, y de la gran responsa­bilidad que la maternidad conlleva. 

La primera tarea de una madre es guiar a su hijo a los pies de Jesús, des­de el mismo momento en que nace; con un lenguaje adecuado a su edad, con el ejemplo diario en hechos y palabras, y sin perder tiempo. Un niño nunca es demasiado pequeño para enseñarle acerca de Jesús; postergar esta tarea puede traer terribles consecuencias eternas. La mejor protección para un hijo son las oraciones fervientes de una madre que ama a Dios y confía en su cuidado, especialmente cuando los hijos muestran una conducta errática y se le esca­pan de las manos. 

Cuando incursionan en el mundo fuera del hogar, nuestros hijos están expuestos a muchas ideas equivocadas que pueden hacerlos perder el rumbo del caminar cristiano. El niño necesita disciplina y, cuando esta emana de las ordenanzas de Dios y de la sabia dirección de una madre, le aseguramos una vida útil en esta tierra y lo estamos preparando para el cielo.

Nuestros hijos deben aprender las lecciones de servicio abnegado bajo la conducción amorosa de una madre que sabe y entiende que servir a los demás, y especialmente a los de su propia casa, es el único camino hacia la auto­rrealización. Si queremos tener hijos felices y que se sientan realizados, ense­ñémosles, de palabra y por obra, que la mejor manera de lograrlo es sirviendo a los demás con amor y desinterés. 

Las virtudes de la personalidad de Jesús deben ser modeladas frente a nues­tros hijos. La ternura, la simpatía, el cuidado y la atención amorosa son al­gunas de las cualidades que ellos deben aprender a disfrutar junto a sus madres. 

Querida amiga que lees estas líneas y que tienes el privilegio de ser madre, vive de tal manera con tus hijos, que el día del ajuste de cuentas seas apro­bada por el Padre celestial. Disfrutemos la compañía de nuestros pequeños y conduzcámoslos día a día en el camino del Señor.

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