La carta no entregada
Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos; pero todos le tenían miedo, no creyendo que fuese discípulo. Hechos 9:26.
Hay muchas historias de cartas no entregadas. La conversión de Pablo es una de ellas. Bajo la dirección divina, Ananías oró y Pablo sanó de su ceguera. Luego Ananías lo bautizó, y le fue concedido el don del Espíritu Santo. Pablo pasó unos días en Damasco, aprendiendo de los discípulos y contando su testimonio. No entregó la carta que traía para aprobar la persecución de los cristianos, sino que proclamó la verdad recibida de una autoridad más elevada: su testimonio del amor transformador de Dios. Tu testimonio es tu mejor sermón.
Los argumentos elocuentes y el estilo erudito de Pablo convencieron a muchos, pero en otros despertaron odio. Debió huir durante un tiempo a Arabia (Gál. 1:17) mientras se calmaban los ánimos de los líderes judíos. Si tu testimonio pierde poder, aíslate para reencontrarte con Dios y contigo misma. Estar a solas es un buen método para desarrollar el carácter. Aquel aislamiento y tranquila comunión con Dios prepararon a Pablo para los duros años de labor que le esperaban.
Cuando Pablo regresó a Damasco, se enteró de un complot en su contra dirigido por el gobernador (2 Cor. 11:32). Los mismos fieles a quienes él había venido a matar lo ayudaron a escapar descolgado por el muro de la ciudad en una cesta con sogas. Es solo por el poder de Dios que el perseguidor se convierte en perseguido y los perseguidos en salvadores.
Tres años después de su conversión, Pablo llegó a Jerusalén (Hech. 9:26; Gál. 1:18, 19), pero los cristianos aún lo recordaban como su antiguo enemigo. Pablo quiso unirse a la iglesia, pero le tenían desconfianza. Es difícil limpiar la reputación cuando esta se ha desprestigiado. Lo trataban con extrema cautela y desconfianza. El miedo los llevó a creer que Pablo encubría su verdadera naturaleza para espiarlos. El miedo siempre te lleva a dudar, a cuestionar y a desconfiar.
Afortunadamente, Dios coloca personas amables que te pueden ayudar. Bernabé sirvió de intermediario entre Pablo y los creyentes judíos, y Pablo pasó a ser respetado por los apóstoles por su intervención (6CBA, pp. 1058, 1059).
Sé una “Bernabé” moderna: anima, enseña y ayuda a los miembros nuevos a involucrarse en las actividades y a relacionarse con los demás miembros de la iglesia.