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«Las esposas deben estar sujetas a sus esposos como al Señor» (Efesios 5:22).
A lo largo de toda la historia, inclusive desde la misma creación, se nos ha enfatizado el respeto que le debemos al cónyuge. Preguntas tales como «¿Por qué hizo Dios primero a Adán?», no están en discusión. La mujer que teme al Señor está agradecida por ser mujer y cumple fielmente la misión que ha venido a desempeñar en la vida. Es necesario puntualizar que el respeto y la honra hacia el esposo, sí tienen una condición y el apóstol Pablo la recalca: «como al Señor». Lo que quiere decir es que nuestro Dios jamás nos pediría que hiciéramos algo que vaya contra sus propios principios y, mucho menos, que viole nuestra integridad física ni emocional.
El ejemplo cumbre de la mujer que se reveló contra su esposo lo encontramos en la figura de una mujer que era nada menos que la reina del imperio Persa. Una mujer sumamente hermosa y con tanta inteligencia como belleza, cuyo nombre pasó a la historia como Vasti. Solo unos versículos destinados a su vida son suficientes para enseñarnos una lección de dignidad. Los sabios de su tiempo la destronaron por desacato, pues temían que las otras mujeres siguieran su ejemplo, pero hoy entendemos que ella hizo lo correcto. Vasti no estaba desobedeciendo la orden del rey ni de su esposo, estaba desobedeciendo las órdenes de un hombre de mente nublada por los efectos del alcohol, tras emborracharse durante una semana. Su esposo no la necesitaba para un asunto personal ni político, tan solo la quería para presumir su belleza, exponerla ante las miradas curiosas y lujuriosas de otros borrachos.
Es bajo estas circunstancias que ninguna mujer está obligada a obedecer a su esposo. Aquí es donde aplica el texto «es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hechos 5:29). Mientras el esposo se conduzca bajo la dirección divina, nosotras hemos de apoyarlos, cuidarlos, amarlos, honrarlos y acompañarlos con gozo, como al Señor. Ningún acto de obediencia que se produzca por miedo es aceptable, pues nuestro comportamiento ya no sería por los motivos correctos.
Querida amiga, ora por tu esposo, sea converso o no, para que tu hogar reciba la aprobación divina y reine el amor, la paz y la armonía.