La parábola de las minas
Tuve miedo de ti, por cuanto eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste. Lucas 19:21.
Jesús les recalcó a sus discípulos que iba a Jerusalén a morir, pero ellos seguían acariciando la idea de que se autoproclamaría Rey y que ellos recibirían un puesto de honor. Discutían continuamente. De allí la introducción: “Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente” (Luc. 19:11). La metáfora representaba la labor de los seguidores entre el momento de la partida de Jesús y su regreso por segunda vez. Para participar del reino, debían demostrar que tenían fe en que el Jesús crucificado era el Rey que volvería con la recompensa. Después de su muerte y resurrección, los discípulos llevaron el mensaje del evangelio a todo el mundo.
Nosotros vivimos durante ese intervalo de tiempo. No esperes sedentariamente el reino ofrecido, ¡involúcrate en los negocios del Soberano! Mientras aguardas, ocúpate activamente en hacer crecer el número de los ciudadanos del Renio venidero. El noble de la parábola es Jesús mismo. los siervos representan a los discípulos y fieles de todas las épocas.
En la parábola, una mina era una moneda que equivalía a cien dracmas, el pago de cien días de trabajo. Era un capital pequeño, pero probaría que el siervo era apto para recibir una responsabilidad mayor. Los ciudadanos que lo aborrecían representaban a los judíos y a todos los que rechazan a Jesús y la salvación. Cada siervo recibió una mina: el primero entregó ganancias de 1000 por ciento; el segundo entregó ganancias de 500 por ciento. Su esfuerzo reflejaba su dedicación, y recibieron como recompensa una responsabilidad mayor.
La actitud y respuesta del tercer siervo fue vergonzosa. Lo único cierto de su discurso era su miedo a raíz de su concepto equivocado del noble. El pensamiento egoísta de que no recibiría recompensa por su labor lo llevó a abusar de la confianza, y perdió la oportunidad de triunfar. Aquellos que culpan a otros de sus fracasos demuestran que no se les puede confiar ninguna responsabilidad importante. Aceptó el dinero sin tener la mínima intención de reproducirlo, robándole la oportunidad a otro siervo más diligente. Demostró insensatez, ociosidad y mala intención (ver 5CBA, pp. 833, 834).
El miedo te lleva a hacer malos juicios y a tomar decisiones desacertadas, lo que resultará en el fracaso de lo que emprendas.