Miércoles 20 de Octubre de 2021 | Matutina para Adolescentes | Misioneros con visión de futuro – parte 1

Misioneros con visión de futuro – parte 1

“Oprimen y humillan a los pobres, y se niegan a hacer justicia a los humildes” (Amós 2:7).

Los pobres del Perú amaban a Fernando y Ana Stahl; pero algunos que vivían la buena vida mientras los pobres sufrían, no los amaban tanto.

Fernando y Ana se hicieron adventistas del séptimo día en 1902 y luego se graduaron de Enfermería en el Sanatorio de Battle Creek. Hicieron varios trabajos médicos en el Oeste de los Estados Unidos, pero nada podía sacarles de la cabeza que tenían una obra más importante por hacer.

En 1909 conocieron a Joseph W. Westphal, presidente de la Unión Sudamericana de la Iglesia Adventista. Él les contó que en Bolivia había necesidades extraordinarias, pero que la Iglesia no podía costear enviar a nadie. Fernando entonces le hizo una oferta: vender su casa de Ohio para pagar el pasaje a Bolivia si Westphal podía mantenerlo a él y a su familia una vez que llegaran allí.

Al llegar a Perú, la familia viajó en tren al lago Titicaca, en la Cordillera de los Andes, a 3.800 metros sobre el nivel del mar. Luego tomaron otro tren a La Paz, Bolivia, donde vivirían y trabajarían. Allí establecieron una clínica gratuita para cualquiera que necesitara ayuda. Fernando pasó gran parte de su tiempo viajando a varios pueblos, conociendo a los indígenas y vendiendo literatura cristiana. Pronto descubrió un obstáculo importante: casi nadie sabía leer, y así era exactamente como a la gente poderosa le gustaba.

Los pueblos indígenas constituían el 95 % de la población andina, pero estaban casi completamente marginados. Los terratenientes querían una fuerza laboral sumisa para sus granjas, los jueces oprimían a los que no sabían cómo defenderse y los sacerdotes explotaban a los fieles. Entonces los Stahl comenzaron a establecer una escuela tras otra para ofrecer educación básica gratuita. Pronto, la gente pudo comenzar a defenderse mejor y evitar ser estafada por los comerciantes. Con una autoestima renovada, comenzaron a exigir sus derechos al gobierno.

En 1915, una mujer adventista intentó obtener justicia por el asesinato de su esposo. Como nadie la ayudó, cortó la cabeza del cadáver de su esposo, la puso en una canasta y, junto a Manuel Camacho, otro adventista y un importante activista de los derechos civiles, viajó a Lima, Perú, para exigir que el gobierno actuara. El evangelio que los Stahl llevaron a su pueblo la había empoderado.

Continuará…

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