Sábado 11 de Febrero de 2023 | Matutina para Adultos | “Se llamará ciudad de la Verdad”

“Se llamará ciudad de la Verdad”

“Jerusalén se llamará ciudad de la Verdad, y el monte de Jehová de los ejércitos, monte de Santidad” (Zacarías 8:3).

Satanás sedujo a nuestros primeros padres para que comieran del fruto prohibido al espetar la mayor mentira que alguna vez haya sido dicha en esta tierra: “¡No es cierto, no van a morir!” (Gén. 3:4, NVI). Su demoníaca habilidad para mentir lo hizo merecedor del título “padre de mentira” (Juan 8:44), pero además se ha especializado en hacer de nosotros personas mentirosas. Dice Robert Feldman que la gente común suele mentir “para dominar sus propias inseguridades, para crear amistad o para evitar un desacuerdo”.²⁸

Hace algunos años, Bella DePaulo y sus colegas de Psicología social de la Universidad de California en Santa Bárbara pidieron a 147 adultos que registraran todas las mentiras que dijeran durante una semana. La investigación demostró que, en promedio, mentimos una o dos veces cada día. Otro estudio puso de manifiesto que las mujeres mienten en un 64 % de sus conversaciones, mientras que los hombres lo hacen en un 36 %. La mayoría de esas mentiras son las famosas “mentiras blancas”. Por ejemplo, entre las mujeres, la mentira más común fue: “No me pasa nada, estoy bien”. Y entre los hombres, una de las más populares fue: “No, cariño, no estás gorda”. En fin, la mentira se ha convertido en un elemento ubicuo de nuestra humanidad.

Dice el salmista que hay gente que “su mayor placer es la mentira” (Sal. 62:4, DHH). No obstante, nosotros no debemos estar en ese fatídico grupo. No podemos dejar que nuestra vida sea dominada por la mentira, ni hemos de caer en una aparatosa frivolidad que nos haga pendular entre la mentira y la verdad constantemente. En el monte santo de Dios solo habitará el que “de corazón dice la verdad” (Sal. 15:2, NVI). Debido a que para nosotros mentir es tan natural como respirar, necesitamos que una obra celestial se efectúe en nuestro corazón. Como Isaías, precisamos que se nos diga: “Mira, esta brasa ha tocado tus labios. Tu maldad te ha sido quitada” (Isa. 6:7, DHH).

Que hoy, nuestra oración sea: “No quites de mi boca en ningún tiempo la palabra de verdad” (Sal. 119:43). Si lo hacemos, podemos tener la seguridad de que muy pronto viviremos en la ciudad de la Verdad.

28 Cuando mentimos: Las mentiras y lo que dicen de nosotros (Barcelona: Ediciones Urano, 2010), p. 33.

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