Sábado 11 de Marzo de 2023 | Matutina para Menores | Ningún compromiso

Ningún compromiso

“El faraón mandó llamar a Moisés y Aarón, y les dijo: ‘Vayan a ofrecer sacrificios a su Dios, pero sin salir del país’ ” (Éxodo 8:25).

Antes de que Dios enviara cada una de las plagas siempre le advirtió al Faraón mediante sus mensajeros para que tuviera la oportunidad de liberar a Israel y no enfrentar las consecuencias. El ideal era que se arrepintiera y reconociera a Dios, pero eso nunca ocurrió. El arrepentimiento verdadero hace que tengamos una actitud diferente, y que eso se note en nuestra conducta.

Las plagas siguieron golpeando a los dioses egipcios. Ellos creían que el viento era un dios; así que Dios lo usó para traer la octava plaga de langostas que consumió lo poco que quedaba en el campo. También adoraban a “Re” como el dios del sol. En la novena plaga quedó en evidencia que ese dios no podía ayudarlos, pues el sol no alumbró y las tinieblas invadieron el país por tres días completos.

Desesperado, el Faraón llamaba a Moisés para que intercediera y los egipcios pudieran librarse de los problemas que traía cada plaga. Lo que él no entendía es que cuando Dios da una orden, nosotros simplemente debemos obedecerla. El Faraón pensó que Dios era su igual y que podía negociar. Cuatro fueron sus propuestas: (1) que el pueblo ofreciera sacrificios sin salir de Egipto (8:25); (2) que fueran cerca, al desierto, y luego regresaran (8:28); (3) que fueran solamente los varones adultos, pero el resto (mujeres, niños y ancianos) se quedaran en Egipto (10:8-10); (4) que todos salieran de Egipto, pero dejaran a sus animales (10:24).

Cada propuesta era un acto de irreverencia y arrogancia. Mostraba que Faraón no sabía obedecer una orden divina. Dios espera nuestra obediencia, ¡y obedecerlo es lo que más nos conviene, porque él nos ama y quiere lo mejor para nosotros!

A Satanás no le importa que la gente asista a la iglesia si en su vida continúan desobedeciendo la voluntad de Dios. ¿Y cuál es la voluntad de Dios? Que lo amemos con todo nuestro corazón y que amemos a los demás como a nosotros mismos (Deut. 6:5).

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