Meriba
“Llamó a aquel lugar Meriba porque los israelitas le habían hecho reclamaciones, y también lo llamó Masah porque habían puesto a prueba a Dios, al decir: ‘¿Está o no está el Señor con nosotros?’ ” (Éxodo 17:7).
Ante la falta de agua, algunos quejosos de Israel murmuraron, se enojaron, y hasta quisieron apedrear a Moisés. Por la insensatez de unos, todo Israel es recordado como un pueblo rebelde y testarudo. En Masah, la gente cuestionó si Dios estaba con ellos. ¡Por supuesto que estaba con Israel de día y de noche! En seis meses habían sido testigos de las diez plagas en Egipto, la columna de nube en el día y de fuego en la noche, el camino abierto en medio del Mar Rojo, el agua amarga que fue milagrosamente endulzada y el maná que descendía del cielo cada mañana. Ante todas estas evidencias, la pregunta: “¿Está o no está el Señor con nosotros?” era una muestra de ceguera espiritual e ingratitud.
Dios proveyó agua para su pueblo en el desierto. Moisés acudió a la roca con la orden de golpearla, y de inmediato brotó el agua a caudales. Todas las personas y el ganado se gozaron al refrescarse. ¡Qué Dios misericordioso! Al pueblo desagradecido y quejoso, que había olvidado demasiado rápido cómo Dios los salvaba y sustentaba, los refrescó con agua más pura que la que nosotros hayamos bebido alguna vez.
La roca es un símbolo de Cristo que transmite perfectamente la idea de seguridad y firmeza. Nuestros pies están seguros cuando caminamos con él; nuestra vida está firme cuando atesoramos y practicamos sus enseñanzas. Pero lo más increíble de todo es que cuando fallamos, él decidió ocupar nuestro lugar y recibir el golpe que merecíamos, con su muerte en la cruz.
Como el pueblo sediento, debemos acudir a la Roca de la salvación para satisfacer nuestra necesidad de perdón y restauración. Recuerda, la Roca fue golpeada en lugar del pueblo; Jesús fue crucificado en tu lugar.