Un planeta saludable
“El séptimo año será de completo reposo de la tierra en honor del Señor; no siembren ese año sus campos ni poden sus viñedos” (Levítico 25:10).
Dios es el dueño de la tierra y tiene el mejor remedio para su conservación. Por lo tanto, estipuló que cada siete años nadie debía trabajarla. ¿Por qué? Primero, el pueblo iba a confiar en que Dios les daría el sustento (vers. 6). Esta medida los obligaría a administrar lo que cosecharan (especialmente en el sexto año) y a ser previsores y ahorrativos. En segundo lugar, el séptimo año el pueblo estudiaría su historia, cómo Dios los liberó y la palabra escrita (Deut. 31:9-13). En tercer lugar, ese año se cancelarían la deudas y los esclavos podían obtener su libertad (Deut. 15:1-11). De esa manera, se evitaría la opresión y que el rico se enriqueciera más y el pobre fuera más pobre. Finalmente, la tierra iba a descansar de producir, pues recién el octavo año retomaría su ciclo agrícola. El pueblo entero se sorprenderían de la abundante cosecha, y la mejor calidad de los granos, a diferencia de trabajar la tierra sin descanso. El reposo prolongaría la fertilidad de la tierra. Dios quería que la humanidad la cuidara, pues de ahí proceden nuestros alimentos.
Las personas han abusado de los recursos naturales. Muchas catástrofes actuales son consecuencia de la contaminación en ríos y mares. En las grandes ciudades del planeta, el aire no es puro. Dios nos llama a ser responsables con el medioambiente. La mejor forma de hacerlo es evitando contaminar y ensuciar nuestro entorno. Si tienes una mascota debes cuidarla, mantenerla sana y limpia. En Proverbios leemos: “El justo sabe que sus animales sienten, pero el malvado nada entiende de compasión” (12:10).
Sabemos que solamente disfrutaremos de un entorno perfecto cuando Dios vuelva a crear de nuevo esta tierra, ¡la Tierra Nueva!, en donde una vez más la humanidad, los animales y la naturaleza estarán en perfecta armonía con el Creador. Mientras tanto, cuida tu entorno.
