Intactos
“Júzgame, oh Jehová, […] conforme a mi integridad” (Salmo 7:8, RVR).
Como es lógico, todos esperamos que las cosas que adquirimos estén completas o enteras. Imagina que eres un coleccionista de libros antiguos y encuentras en una librería un valiosísimo ejemplar que buscabas hacía años. ¿Qué harías si descubrieras que le faltan varias páginas importantes? Probablemente no te lo llevarías. O imagina que vas por la playa juntando caracoles. ¿Con cuáles te quedas? Sin duda con los que no están rotos.
La raíz de la palabra integridad es “entero”, “intacto”, “no tocado o no alcanzado por el mal”. “Intacto” suena tan ideal, ¿verdad? Además, se emplea para referirse a los animales que se ofrecían a Jehová, y había que ser muy cuidadoso en ofrendar lo mejor. Debían tener todos los huesos, y ninguno de ellos podía estar quebrado. El cordero debía estar intacto, pues representaba a Jesús.
Dios hace algo parecido hoy: él busca a las personas que son íntegras, completas. Una persona íntegra es fiel a los sentimientos, valores y principios. De acuerdo con otra definición, una persona íntegra es “aquella que siempre hace lo correcto”. Y hacer lo correcto significa hacer todo aquello que consideramos bien para nosotros y que no dañe a otras personas. ¿Es lo mismo que buscar la perfección? ¿Hay alguien perfecto? La respuesta es no. No hay nadie perfecto, sino Jesús. Lo que sí se espera es que seamos íntegros. Por ejemplo, tus padres no esperan que jamás te equivoques, pero lo que sí desean es que seas veraz y puedas reconocer tus faltas. Los niños y jovencitos íntegros son aquellos que se esfuerzan por agradar a Dios en todo lo que hacen. Demostramos que estamos de parte del Señor siendo fieles. ¿Cómo reaccionaría una persona íntegra en cada una de estas situaciones?
•Un niño cristiano se halla rodeado por un grupo de compañeros que buscan pelea. ¿Responderá a las provocaciones insultándolos o recurriendo a los golpes? ¿O logrará controlarse e irse de allí?
•Una alumna nueva llega a tu escuela. Tú estás conversando con tus amigas y no solo no la incluyen, sino también la critican. ¿Qué harás? ¿Les seguirás la corriente a tus amigas, o te atreverás a cambiar lo que sucede?
Estas dos situaciones tienen algo en común: en cada una de ellas el niño cristiano debe luchar por mantenerse íntegro y leal. Recuerda siempre: ¡tú eres ese niño!
Mirta