Mandato y promesa
“Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa, para que te vaya bien y disfrutes de una larga vida en la tierra” (Efesios 6:2,3, NVI).
¿Ya les dijiste a tus padres cuánto los amas? No es un día especial, pero ellos sí lo son. Desde el primer momento en que llegaste a sus vidas, ellos cambiaron su libertad por entrega, y su corazón por el tuyo. Al sostenerte en sus brazos y mirarte con amor, tomaron tu pequeña y débil mano y tú te aferraste a la de ellos. Tu llanto se convirtió en su prioridad, y tu sonrisa y felicidad llenarían por siempre sus corazones de alegría.
Mis hermanas y yo disfrutábamos mucho entrar a la siempre ordenada e impecable pieza de mis papás. Era nuestro lugar favorito de la casa, y por las noches cualquier pretexto era bueno para meternos en la cama entre ellos. No siempre nos dejaban hacerlo, pero valía la pena intentarlo. Aunque nos mudamos muchas veces, en su dormitorio siempre tenían a la vista una Biblia, una linterna o vela, y muchos pañuelos de tela.
Estas cosas son parte de lo que ha sido su entrega y dedicación para con nosotras. Con la Biblia no solo nos mostraron el camino correcto, sino que también pusieron un cerco protector contra lo malo y libertad para lo bueno. Con la luz de la vela o la linterna nos dejaron en claro que debemos mantener cerca la luz de Jesús y a su vez ser instrumento de luz para otros, y con los pañuelos nos hacían sentir amadas porque los usaban para secar nuestras lágrimas o cuidarnos cuando estábamos enfermas. Pero había algo que siempre me tentaba: el perfume de mi mamá. Me encantaba entrar a escondidas y rociarme el perfume. Por obvias razones siempre era descubierta, pero con mucho amor me enseñaron que todo lo que haga debe oler bien, porque igual siempre sería descubierta.
Sin duda tus padres también se esfuerzan por darte lo mejor, y a su lado aprendes cosas maravillosas que te harán ser una mejor persona cada día porque Dios los puso allí para ti. ¿Cuál es tu parte en esto? Es honrarlos con palabras y acciones respetuosas, llenas de amor, y valorarlos no solo por lo que hacen, sino por lo que son.
Tus padres merecen el mayor amor y respeto, porque fue Dios mismo quien les dio la responsabilidad de cuidarte. Si tú respetas su autoridad, Dios podrá cumplir su promesa: “Para que te vaya bien y seas de larga vida sobre la tierra” (Efe. 6:3).
Magaly