Si Dios está de mi parte
“Si Dios está de nuestra parte, nadie podrá estar en contra de nosotros” (Rom. 8:31, TLA).
Malala es todo un ejemplo de entereza y valor. Hace algún tiempo, en su país natal, Pakistán, fue atacada con violencia por los talibanes mientras se hallaba en el autobús escolar. Recibió un disparo en la cabeza por el simple hecho de creer en la educación para la mujer; el régimen talibán, que ostentaba el poder político por la fuerza, había prohibido la asistencia de las niñas a la escuela. Pero Malala quería estudiar, quería superarse, quería aprender. Logró sobrevivir y, aunque el dolor físico y el sufrimiento emocional eran intensos, decidió convertirse en defensora de los derechos civiles, particularmente de los derechos de la mujer en países como el suyo. Se convirtió en la persona más joven de la historia en recibir el Premio Nobel de la Paz; tenía apenas 17 años.
El mundo entero reconoció el valor de esta niña y, en uno de sus discursos, ella pronunció esta emotiva frase: “Pueden dispararle a mi cuerpo, pero no a mi alma”. Con esto, daba a entender que, a pesar de las amenazas y las dificultades, seguía segura de su elevada misión. Ella está decidida a cambiar la parte del mundo donde le tocó nacer.
El Señor necesita mujeres con visión para concluir la misión encomendada. “Un niño, un maestro, un libro, un lápiz, pueden cambiar el mundo”, expresó en otra parte de su emotivo discurso. Descubrir la misión para la que hemos venido al mundo es lo que da sentido a nuestra vida. La mujer cristiana con una visión y con una misión sabe cuál es el significado de su existencia y, aunque tropiece, caiga y se equivoque, tiene la certeza de la presencia de Dios en su vida y en su quehacer cotidiano.
Si Dios está contigo, no tengas temor a las tormentas de la vida. El Omnipotente conduce tu embarcación; aunque sientas que vas a naufragar, no te ahogarás. La crianza de un hijo difícil, la rebeldía de tu hijo adolescente, la indolencia de los que te rodean o la dureza del corazón de tu esposo podrán desanimarte, pero nunca vencerte.
Piensa siempre que tu misión es hermosa, aunque solo puedas ver ahora el lado desagradable. Ser madre puede resultarte agobiante, pero recuerda que has sido cocreadora con Dios al dar vida. Dios te está extendiendo su mano; aférrate a ella. Él tiene suficiente poder para sostenerte y resolver a su manera y en su tiempo todas tus dificultades.