El único y el mejor
“Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas” (Hebreos 8:6).
Dios ordenó construir el Santuario en el desierto para que los creyentes tuviesen una lección objetiva del plan de salvación. Los sacrificios en los que participaban o presenciaban eran fuertes representaciones destinadas a mostrar la gravedad del pecado, el precio del rescate, la inmensidad de su gracia, la seguridad del Juicio y la extirpación final del pecado.
Dios liberó a su pueblo de la esclavitud en Egipto y le dio la Ley, para protegerlos y diferenciarlos de las prácticas paganas. Primero viene la gracia, es decir, la liberación; y como consecuencia, la obediencia por amor. En el Nuevo Pacto, el Señor coloca sus leyes en nuestra mente, y las escribe en nuestro corazón. Sin embargo, esto requiere nuestro asentimiento, y caminar dependientes y fieles.
Hebreos 8 dice que Dios quiere ser nuestro Dios y que nosotros seamos su pueblo. Alguien, de manera muy familiar, se expresó así: “Si Dios tuviera un refrigerador, seguro tendría tu foto pegada en la puerta”. Somos especiales y únicos para él; te atiende como único. ¿Es lo mismo Dios para ti?
Hebreos 8 también declara que Dios quiere ser conocido por la naturaleza, por su Palabra, por su poder, su amor y su justicia. Pero, por sobre todo, quiere ser conocido por lo que tu vida muestra de él.
Este capítulo también afirma que Dios borra nuestros pecados y nunca más se acordará de ellos. ¿Cómo puede ser que el Dios que todo lo sabe se olvide de nuestros pecados? Si así fuera, ¿no dejaría de ser Dios? Sin duda, él lo sabe todo, pero no guarda ni toma en cuenta los pecados en contra de nosotros. Dios coloca nuestros pecados tras sus espaldas y en lo profundo del mar.
En la Cruz, Cristo fue tratado como si él hubiera hecho el mal, para que nosotros seamos tratados como si no lo hubiéramos hecho, porque el mal fue traspasado de nuestra cuenta a la cuenta de Cristo.
Ahora somos parte de un nuevo Pacto, con nuevas promesas, que nos da nueva esperanza y nos hace partícipes de una nueva naturaleza a fin de que tengamos una nueva vida aquí, más fiel y más misionera. Y, en breve, tendremos una vida nueva que será para siempre.