Viernes 21 de Octubre de 2022 | Matutina para Menores | El rabino humilde

El rabino humilde

“El orgullo del hombre lo humillará, pero el de espíritu humilde obtendrá honores” (Proverbios 29:23).

Su nombre era Abraham Abish y era el rabino principal en la ciudad de Frankfurt. Sus días transcurrían colmados de tareas de beneficencia. Una de ellas era ayudar a gente pobre pidiendo donaciones de ropa y comida a personas adineradas de la ciudad para después distribuirlas entre las viudas y los huérfanos. Cierto día, se detuvo en un negocio y habló con el dueño:

–Discúlpeme, por favor, ¿podría hacer una contribución para ayudar a los pobres con comida y vestimenta?

El comerciante, irritado, se hizo el sordo. Rabí Abraham, por su parte, era demasiado modesto para anunciar su nombre, y se mantuvo de pie ante él, esperando pacientemente. Repitió su pedido, y recibió estas duras palabras:

–Márchese. Salga de aquí y deje de molestar a la gente ocupada.

Rabí Abraham se fue sin insistir.

Minutos después, el comerciante buscó su bastón, pero para su sorpresa no podía encontrarlo. Se disgustó mucho, y no le tomó mucho tiempo asumir que “el pobre” lo había robado en venganza. El comerciante persiguió al “ladrón”. Unos metros más adelante se encontró con el sospechoso.

–¡Deme mi bastón, ladrón! –gritó indignado.

–Lo siento, pero no he visto su bastón, buen hombre –contestó el Rabí Abraham con tranquilidad.

Pero el enojo del comerciante, en lugar de suavizarse, creció con ferocidad, y golpeó al rabino. Sin embargo, el hombre de Dios no respondió con enojo; simplemente se retiró, y continuó con su misión. La Providencia divina hizo que el comerciante asistiera ese sábado a la sinagoga. Cuando levantó sus ojos para echar un vistazo a la persona que iba a hablar ese día, para su sorpresa, reconoció al hombre y recordó con horror la dramática escena del día anterior. Incapaz de soportar la vergüenza, se desmayó.

–¿Que ha pasado? –preguntaban todos.

Con gran vergüenza, el comerciante relató el terrible suceso.

–¡Debe ir al rabino y pedirle perdón! –fue el consejo de todos.

El rabino se acercó y, queriendo calmar al hombre, se disculpó diciendo:

–¡Por favor, créame, yo no tomé su bastón! Le doy mi palabra de honor.

¿Puedes pensar qué lección de humildad tiene esta historia?

Mirta

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