Viernes 24 de Junio de 2022 | Matutina para Adultos | En los pasos de Jesús

En los pasos de Jesús

“No hagan nada por contienda o por vanagloria. Al contrario, háganlo con humildad y considerando cada uno a los demás como superiores a sí mismo” (Filipenses 2:3, RVC).

¿Cuál es la esencia del pecado? En última instancia, el egoísmo, la exaltación del yo.

Si la esencia del carácter de Dios es amor, y si sus Mandamientos se resumen en amarlo a él y a nuestro prójimo, entonces podemos concluir, sin forzar las Escrituras, que la esencia del pecado es el egoísmo. Douglas Cooper ilustra bien esta idea en su libro El amor de Dios: cómo vivirlo y expresarlo, por medio del siguiente relato.

Cuenta Cooper que una señora estaba por dar a luz cuando se le presentaron serias complicaciones. La situación era tan delicada que se requería una intervención quirúrgica de emergencia. Con el mayor tacto y un espíritu muy compasivo, el médico le explicó que la operación era para salvarle la vida a ella, pero que era muy tarde para salvar la vida del bebé. Entonces la señora pidió que se llamara a un sacerdote para que administrara los rituales de su iglesia al bebé. Dio el número telefónico del sacerdote, y el médico enseguida lo llamó. Para sorpresa de todos, el hombre respondió que estaba ocupado, y que solo podría ir al día siguiente, cuando dispondría de más tiempo. Incluso llegó a recomendar que, dadas las circunstancias de urgencia, el mismo médico, o una enfermera, administrara los ritos al bebé.

Al comentar la conducta del sacerdote, Cooper explica que muchas veces tendemos a limitar el concepto de pecado a lo malo que hacemos –por ejemplo, violar uno de los Diez Mandamientos–, cuando en realidad el concepto es mucho más amplio: “Pecar”, dice él, “es poner en primer lugar nuestros intereses, y en segundo lugar los de Dios y los de los demás. Es ir por nuestro propio camino […] mientras ignoramos el camino de Dios para nosotros” (p. 17).

Sus palabras nos recuerdan las del apóstol Santiago: “El que sabe hacer lo bueno y no lo hace, comete pecado” (Sant. 4:17). Y también la exhortación del apóstol Pablo a los filipenses, en el sentido de considerar cada uno a los demás “como superiores a sí mismo”. Al actuar de esta manera, estaremos siguiendo los pasos de Aquel que “no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo y tomó forma de siervo […] y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Fil. 2:6-8).

Santo Espíritu, mora hoy en mi corazón. Solo así podré amar como Jesús amó, servir como él sirvió.

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