Lamec y Lamec; Enoc y Enoc
Matusalén tenía ciento ochenta y siete años cuando nació su hijo Lamec. Génesis 5:25
Cuando comparas a los descendientes de Caín, en la última parte de Génesis 4, con los descendientes de Set del capítulo 5, descubres nombres muy parecidos; por ejemplo: Enoc (4:17; 5:18), Mehujael y Mahalaleel (4:18; 5:12), Metusael y Matusalén (4:18; 5:21), Lamec (4:18; 5:25). Aunque los personajes de estas dos listas eran muy diferentes en personalidad, algunos tenían nombres iguales o casi iguales.
Las personas que no siguen a Dios pueden parecerse mucho a quienes sí lo siguen. Pueden aparentar ser sus seguidores, pero no lo son. Incluso, pueden llamarse igual: “cristianos”, pero ser muy diferentes en el interior. Los nombres son importantes, pues son como una marca. Esto pasa también con los nombres de marcas. Hay marcas que se han ganado un buen nombre; y otras, no. De hecho, hay nombres de marca muy parecidos. En la vida espiritual ocurre algo similar: muchos pueden llamarse cristianos, pero lo más importante es cómo nos comportamos.
Cuando Jesús estuvo en esta Tierra, muchos judíos se jactaban de ser hijos de Abraham y pensaban que eso les daba una ventaja sobre las demás persona delante de Dios, pero Jesús les aseguró que lo importante era que llevaran frutos que glorificaran a Dios.
En conclusión, tu identidad debe estar en Jesús. La identidad cristiana es lo que te dice que eres hijo de Dios. Es lo que te hace diferente en los grupos en los que estás. Por ejemplo, cuando estás jugando, no haces trampa; cuando el árbitro marca la falta, no maldices; cuando encuentras dinero que no es tuyo, no lo tomas; cuando te ofrecen algo malo para tu salud, lo rechazas. ¿Por qué? Porque eres hijo de Dios.
Tus valores, tus decisiones, tus temas de conversación, tus juegos y lo que miras se caracteriza por tu fidelidad a Dios. Con la ayuda de Dios, ¡marca la diferencia donde estés!