“La gracia se ha derramado en tus labios”
“La gracia se ha derramado en tus labios; por tanto, Dios te ha bendecido para siempre” (Salmo 45:2).
En junio de 2020 estuvo a punto de ocurrir una grave catástrofe aérea en el aeropuerto Charles de Gaulle, en París. De acuerdo con un informe publicado por CNN, el controlador aéreo había autorizado el despegue de un avión y el aterrizaje de otro en la misma pista. El vuelo de United Airlines, procedente de Newark, Nueva Jersey, debía aterrizar en la pista 09L; en tanto que el avión de EasyJet, que iba hacia Málaga, España, debía despegar de la pista 09R. Lamentablemente, el controlador tuvo un pequeño lapsus y cambió la “L” por la “R”, y eso provocó que el avión de United se dirigiera a la misma pista desde la cual iba a despegar el avión de EasyJet. Por suerte, cuando los aviones estuvieron a 300 metros uno del otro, el avión que iba a aterrizar pudo hacer una excelente maniobra y nuevamente ascender. Una “palabra corrompida” pudo haber causado la muerte de cientos de personas.
¡Cuán importante es prestar atención a los detalles! A veces solemos relegar a un lejano plano lo significativo que es estar pendientes de esas pequeñas cosas que parecen ser de poca valía. Una letra, una palabra, es capaz de acabar con la vida de mucha gente. Un simple descuido del lenguaje podría suscitar una tragedia inimaginable. Por eso, es vital que podamos prestar la debida atención a lo que decimos y cómo lo decimos. Como editor, soy muy consciente del poder que tienen las letras y las palabras; sin embargo, como ser humano repleto de debilidades, en incontables ocasiones me he descubierto a mí mismo teniendo en poca estima dicho poder.
Las palabras dadas a los creyentes de la ciudad de Colosas son hoy más significativas que nunca: “Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal” (Col. 4:6). Y Efesios 4:29 agrega: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes”. Palabras con gracia y que transmiten gracia, ¡ahí tenemos un solemne desafío!
El texto de hoy afirma que Dios derramó su gracia en los labios de su Ungido. Y si hoy le pedimos que haga lo mismo con nosotros, que derrame su gracia en nuestra boca, entonces no saldrá de nosotros ni una pequeña letra que ponga en riesgo la vida del que nos oiga.
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