Límites
“Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mat. 7:22, 23).
Más que al fracaso, deberíamos temerle al falso éxito. En su libro Espiritualidad emocionalmente sana, el pastor Peter Scazzero cuenta su historia. Aunque tenían buenas intenciones, Peter y su esposa vivían a una velocidad insostenible. “Durante cinco años había intentado hacer el trabajo de dos o tres personas. Teníamos dos servicios en inglés por la mañana y uno en la tarde en español, y predicaba en todos […] Mi esposa, Geri, estaba sola, cansada de criar a nuestras hijas como si fuera una madre soltera”. Desde afuera, parecían una familia exitosa, pero la realidad era muy diferente.
Una noche, Geri decidió poner un límite. Luego de años de conversaciones que no llevaban a ningún lado, ella dijo: “Peter, fui más feliz de soltera que de casada contigo. Me bajo de esta montaña rusa. Te amo y me niego a seguir viviendo de esta manera”. En esa misma conversación, Geri le informó a Peter que comenzaría a asistir a otra iglesia con sus hijas, para poder llevar un ritmo de vida más saludable. Al principio, Peter estaba furioso, preocupado por lo que diría la gente. Sin embargo, hoy cree que eso fue lo más bondadoso que Geri haya hecho por él en todo su matrimonio, al forzarlo a enfrentar la realidad y sanar la relación.
Aunque hablamos mucho acerca de la temperancia, pocas veces la practicamos en lo referente al trabajo y a la iglesia. Creemos que tener una buena relación con Dios implica estar ocupadas trabajando para él. Lamentablemente, esto no siempre es así. Es posible trabajar para Dios por razones equivocadas. Es posible mantenernos ocupadas en la iglesia para evitar enfrentar problemas en casa. También es posible desperdiciar años tratando de impresionar a otros con nuestra espiritualidad y eficiencia.
Peter y Geri ahora tienen un ritmo de vida sustentable. La experiencia los llevó a comprender que es imposible tener madurez espiritual si hay inmadurez emocional. Aceptar nuestros límites es indispensable para crecer. El éxito es hacer lo que Dios nos pide que hagamos; ni más, ni menos. El éxito es no permitir que las expectativas de otros nos empujen a aceptar más responsabilidades de las que podemos manejar. El éxito es tener tiempo para la familia y los seres queridos. El éxito es conocer a Jesús, es ser amigos de verdad.
Señor, quiero amarte de todo corazón y hacer tu voluntad. Como María, quiero saber cuándo detenerme y sentarme a tus pies, aunque las Martas del mundo esperen algo diferente de mí.