Domingo 16 de Abril de 2023 | Matutina para Jóvenes | “Slow food”

“Slow food”

“Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; él comió y bebió, se levantó y se fue”. Génesis 25:34a.

Esaú comía de su caza, le gustaban las “hamburguesas”. Era un hombre de acción y le agradaba que las cosas se realizaran cuando él lo indicara y su tiempo era “ya”. El “ya” no es muy afín con la reflexión, y sin demasiada reflexión se cometen errores. Aquel día había sido largo y quería comer. Lo único que había “ya” era un guiso rojo que había cocinado su hermano. Lo pidió, y no meditó demasiado en el precio. Una primogenitura era demasiado para un guiso rojo, pero esas son las cosas del “ya”, no se meditan. Es curioso, porque vivir el “ya” es acabar en muchos “ay”. Lo hemos visto muchas veces: alguien pide una intensa ración de hidratos de carbono, un vaso enorme de gaseosa y un helado superazucarado. Se sienta, deglute una inmensa hamburguesa mientras bebe para poder tragar. Diez minutos después, abandona el restaurante porque tiene muchas cosas que hacer. Es el prototipo del “ya”.

Es en el Piamonte donde se ha redescubierto la slow food, una tendencia a tomarse las cosas con el tiempo que requieren. Es hasta divertido, porque su logo es un caracol. Sus campos, sus productos y sus gentes invitan al “a su tiempo”.

No estamos llamados a vivir una vida del “ya” porque todo tiene su momento. Lo dijo el sabio de los sabios, Salomón, y por ello les propongo esta traducción de Eclesiastés 3:2 al 11. Léela pausadamente, como si la paladeases: “Un momento para nacer y otro para morir. Un momento para plantar y otro para arrancar. Un momento para matar y otro para sanar. Un momento para destruir y otro para construir. Un momento para llorar y otro para reír. Un momento para endechar y otro para danzar. Un momento para despedregar y otro para juntar. Un momento para abrazar y otro para no hacerlo. Un momento para agenciar y otro para perder. Un momento para ahorrar y otro para dar. Un momento para rasgar y otro para coser. Un momento para hablar y otro para callar. Un momento para amar y otro para odiar. Un momento de guerra y otro de paz. ¿De qué sirve que se obsesione tanto el que trabaja? He contemplado la actividad que ha dado Dios a los hombres para que se dediquen a ella. Todo lo hizo bello en su momento y a sus corazones, además, les regaló la eternidad, aunque el hombre no llegue a averiguar lo que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin”.

¡Qué bueno! ¿Verdad?

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