Jueves 23 de Febrero de 2023 | Matutina para Jóvenes | La única roca

La única roca

Porque ¿quién es Dios, sino solo Jehová? ¿Y qué roca hay fuera de nuestro Dios? 2 Samuel 22:32.

David se había librado de la persecución de Saúl y de sus enemigos, y en un acto de alabanza, comenzó a cantar un himno: “Jehová es mi roca, mi fortaleza y mi libertador; mi Dios, fortaleza mía, en él confiaré; mi escudo y el fuerte de mi salvación, mi alto refugio, mi salvador. De violencia me libraste” (2 Sam. 22:2, 3). No había palabras suficientes como para mostrar la confianza que tenía en Dios y la certeza de que tenía plena seguridad en él. David había optado por la fidelidad y había hecho de Jehová su único Dios.

Como bien sabrás, esa no era la actitud religiosa que solían tener los hebreos de aquella época. La mayoría creía en Jehová pero, aunque lo consideraban el más importante, también adoraban a otros dioses. A algunos, por tradiciones familiares, les gustaba incluir a sus antepasados en sus ritos. Otros, más hedonistas y dados a placeres, preferían adorar también a las diosas cananeas. Les fascinaban las placenteras fiestas que se celebraban en lo oscuro de los bosques o en lo alto de las colinas. Se han encontrado restos arqueológicos de centros de adoración hebreos que representan a Jehová con una piedra grande, y a su lado aparecen otras piedras algo más pequeñas. Posiblemente, diosas como Anat o Aserah.

Y David, el triunfador, les deja bien claro el asunto: “Porque ¿quién es Dios, sino solo Jehová? ¿Y qué roca hay fuera de nuestro Dios?” No hay nadie, absolutamente nadie que sea Dios; nadie, excepto Jehová. Nadie tiene el poder de ser la Roca, no hay nadie como él. Es la fuente de toda estabilidad, y su poder es único.

En ocasiones, tenemos la tentación de establecernos en otras plataformas además de la divina. Pensamos que si trabajamos duro y tenemos éxito económico, todo estará asegurado. Y colocamos una piedra junto a la de Dios. Suponemos que si somos inteligentes socialmente y tenemos muchos contactos y amistades, la vida nos resultará más llevadera. Y colocamos otra piedra. Afirmamos que, al tener muchas responsabilidades eclesiásticas y realizar muy buenas obras, estamos ayudando en algo a la salvación. Otra piedra. Y otra. Y quizás otra… Hasta que nuestras piedras tapan a la de Dios. Un día, llega el terremoto de la adversidad y comprendemos la futilidad de nuestras piedras. Entonces entendemos que solo hay una roca.

No dejes que tus piedras te aplasten. Súbete a la roca verdadera y grita: “Jehová es mi roca, mi fortaleza y mi libertador”.

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