Jueves 23 de Septiembre de 2021 | Matutina para Jóvenes | Los zapatos del pasillo

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Los zapatos del pasillo

“El Señor se burla de los burlones, pero trata con bondad a los humildes” (Prov. 3:34, DHH).

Dwight L. Moody fue el evangelista más famoso de fines del siglo XIX. Asistían de todas partes del mundo a escucharlo. Cierta vez, un gran grupo de pastores proveniente de Europa llegó a Massachusetts, Estados Unidos, para escucharlo. Les asignaron habitaciones de las residencias de estudiantes de la escuela bíblica. Como era su costumbre, los hombres dejaron sus zapatos fuera de la puerta de su habitación, para que el personal de servicio los lustrara a la noche.

Pero no había ese tipo de servicio en la residencia estadounidense. Moody, mientras hacía su recorrido nocturno por los pasillos para orar por sus visitantes, vio los zapatos y se dio cuenta de qué había pasado. Le mencionó la situación a un par de sus alumnos, pero ninguno se ofreció a ayudar. Sin decir palabra, el gran predicador juntó todos los zapatos y se los llevó a su propia habitación para limpiarlos y lustrarlos. No le dijo a nadie lo que había hecho, pero un amigo que lo interrumpió en el medio de su silenciosa labor lo ayudó a terminar y, más tarde, contó la historia de lo que había sucedido.

A pesar de la alabanza y la fama que recibiera por la bendición de Dios sobre su vida y su ministerio, Moody siguió siendo humilde.

“Era costumbre, en ocasión de una fiesta, que un criado lavase los pies de los huéspedes, y en esta ocasión se habían hecho preparativos para este servicio. La jarra, el lebrillo y la toalla estaban allí, listos para el lavamiento de los pies; pero no había siervo presente, y les tocaba a los discípulos cumplirlo. Pero cada uno de los discípulos, cediendo al orgullo herido, resolvió no desempeñar el papel de siervo. […] Por medio de su silencio rehusaban humillarse. […] Los discípulos no hacían ningún ademán de servirse unos a otros. Jesús aguardó un rato para ver lo que iban a hacer” (El Deseado de todas las gentes, p. 600).

No sé dónde vives, qué costumbres hay en tu lugar de origen o qué costumbres extranjeras has tenido que asimilar. Lo que no cambia en ningún lugar del mundo es el orgullo del ser humano.

¿Cuál es el pasillo por el que caminarás hoy? ¿Cuántos “zapatos” te tocará limpiar? Será tu decisión.

Jesús hoy también está aguardando para ver qué vamos a hacer.

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