Lunes 11 de Abril de 2022 | Matutina para Adultos | Un gigantesco problema

Un gigantesco problema

“Yo, cuando tengo miedo, confío en ti. Confío en ti, mi Dios, y alabo tu palabra” (Salmo 56:3, 4, RVC).

No hay duda de que era “gigantesco” el problema que David tenía en sus manos cuando, sin buscar pelea, le tocó enfrentar a Goliat, el campeón filisteo. Si solo la punta de la lanza del gigantón pesaba unos siete kilos, ¿cuánto pesaría la lanza completa? Y si solo la coraza pesaba unos sesenta kilos, ¿cuánto pesaba esa mole humana? ¡Sesenta kilos peso yo!

¿Cómo pudo el pequeñín derrotar al gigante? Comencemos por señalar dos detalles importantes. Uno es que David, al igual que tú y yo, en ocasiones sintió miedo. Un ejemplo lo encontramos cuando, ante la fiera persecución de Saúl, se refugió en Gat, ciudad filistea (ver 1 Sam. 21:10-12). El segundo detalle es que el temor en sí mismo no es malo; de hecho, en momentos de peligro, esta emoción puede ser nuestra mejor aliada. La sabiduría de David consistía, por lo tanto, en que cuando el temor lo embargaba, en lugar de paralizarlo, lo impulsaba a buscar a Dios: “Cuando tengo miedo”, dijo, “confío en ti, mi Dios”. Es decir, entre enfocar su atención en el problema o enfocarla en Dios, David por fe “miraba” a Dios. Todo esto nos ayuda a entender la clave de la victoria de David ante hasta el entonces invencible Goliat.

David sabía que el gigante era físicamente mucho más fuerte que él, pero no más fuerte que Dios. Pero además creía que ese Dios pelearía por él contra el experimentado guerrero. Por eso pudo decir a Goliat: “Hoy mismo el Señor te entregará en mis manos […]. Todos los que están aquí reconocerán que el Señor salva sin necesidad de espada ni de lanza. La batalla es del Señor” (1 Sam. 17:46, 47, NVI). Entonces, ¿de quién es la batalla? Cualquiera que sea el desafío que ahora enfrentas –la pérdida de tu trabajo, el fracaso de una relación sentimental, una enfermedad–, recuerda que esa batalla es del Señor. Por grande que sea tu problema, nunca será más grande que el poder de Dios.

“La fe significa confiar en Dios, creer que nos ama y sabe mejor qué es lo que nos conviene. Por eso nos induce a escoger su camino en lugar del nuestro. En vez de nuestra ignorancia, acepta su sabiduría; en vez de nuestra debilidad, su fuerza; en vez de nuestra pecaminosidad, su justicia” (La educación, p. 253).

Amado Dios, oro para que, en el momento difícil, cuando el miedo quiera apoderarse de mí, mi fe pueda apoyarse en tus preciosas promesas.

Hay un mensaje especial para ti:  Matutina para Adultos, Viernes 23 de Julio de 2021
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