Martes 21 de Junio de 2022 | Matutina para Mujeres | Las valijas de Dios

Las valijas de Dios

“Pues aun vuestros cabellos están todos contados” (Mat. 10:30).

Mi vuelo hacia Argentina salía el lunes. El domingo salí de mi departamento, al norte de Londres, en una misión de último momento: ¡comprar una valija! Era un día inglés típico. Caía una garúa fina, pero constante. Al contacto con ella, mi cabello se frisó inmediatamente, como el lomo de un gato asustado. Aceleré el paso hacia el supermercado de mi barrio; sabía que vendían valijas, porque ya las había visto antes. Me llevaría solo unos minutos elegir una… o al menos eso pensé.

Cuando llegué a la góndola de las valijas, descubrí que estas habían desaparecido cual dinosaurios (pero sin dejar registros fósiles, a juzgar por la expresión de incredulidad de la cajera con la que hablé). Con las manos vacías, pero llena de frustración, emprendí el camino de retorno. Las preguntas danzaban en mi mente: ¿Por qué no me había dado cuenta antes de que mi valija estaba rota? ¿Cómo solucionaría este problema ahora? Era demasiado tarde como para ir hasta el centro de Londres, y además, necesitaba tiempo para empacar.

No había nada que pudiera hacer, y para ese momento ya diluviaba. Caminaba tan rápidamente como me lo permitían mis piernas, cuando un pensamiento apareció en mi mente, diáfano como un rayo de luna: Gira a la derecha y ve a esa tienda. Me resistí. ¿Para qué ir? No venden valijas allí, y es una tienda muy cara. Pero el pensamiento no desistía: Da la vuelta y ve a esa tienda. Así que di la vuelta y fui caminando, bajo la lluvia torrencial. En cuanto llegué, pregunté a una asistente si vendían valijas. “No”, me respondió. “¿Para qué me hiciste venir?”, le pregunté a Dios al salir de la tienda. “No venden valijas y ahora estoy empapada hasta los huesos”.

Caminé media cuadra, antes de darme cuenta de que la asistente corría detrás de mí. “Disculpe, sí vendemos valijas; de hecho, están en liquidación. Lo siento, lo había olvidado por completo”. Deshice mis pasos de regreso a la tienda, y allí encontré, para mi sorpresa, no una valija, sino el ¡juego de tres valijas más hermoso que haya visto! El juego de valijas estampadas, con diseño vintage a lunares, en imitación de una vaquita de San Antonio, estaba a la venta a un precio increíblemente reducido. Llevé las valijas a casa con un renovado sentimiento de gratitud y de asombro. Con cada crujir de las rueditas sobre el asfalto mojado, no podía dejar de pensar: Dios se preocupa por mis valijas. ¡Mis valijas! ¡Qué increíble: el Señor del universo tiene tiempo para mis valijas!

Señor, gracias por prestar atención a cada detalle de mi vida.

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