El canto de los primeros adventistas
“Este mismo Jesús, que ha sido llevado de entre ustedes al cielo, vendrá otra vez” (Hech. 1:11, NVI).
Joseph Bates se encontraba con algunos adventistas varado en una estación ferroviaria en Salem, Massachusetts, y juntos decidieron comenzar a cantar himnos. La gente del lugar no estaba acostumbrada a esto, así que comenzó a amontonarse alrededor de ellos y a formar una gran multitud que escuchaba arrobada a este pequeño grupo que cantaba con todo fervor. Unas siete mil se reunieron para oír la predicación después y cientos se bautizaron. Todo por el canto.
Una de las formas que los primeros adventistas tuvieron de sobreponerse al Gran Chasco y de compartir las doctrinas que creían fue por medio de la música y la publicación de varios himnarios. Jaime White decía que “había poder en el canto adventista”, y que este tenía algo especial.
¿Qué podemos aprender de esto? En un sitio web de música adventista, se nos dice que podemos extraer al menos tres lecciones:
- Si profesamos creer en algo o tener una fe, entonces las canciones que cantamos o la música que escuchamos debería reflejarlo también. ¿Sucede así?
- El hecho de cantar con total convicción tiene una influencia poderosa en los oyentes. ¿Cantamos con esa convicción?
- El hecho de cantar canciones apropiadas para cada ocasión le da más poder al mensaje. ¿Elegimos cuidadosamente?
Los primeros adventistas cantaban especialmente sobre la Segunda Venida, y este tema estaba presente en todos los medios de comunicación que empleaban. ¿Acaso nosotros cantamos también himnos que reflejan nuestro entusiasmo y anhelo por la pronta venida de nuestro Señor? ¿Nuestras decisiones diarias y nuestros negocios se ven influenciados por la firme fe en la creencia de que Jesús vendrá pronto? ¿O nos estamos conformando a un estilo de adoración ecuménico y netamente emocional y a veces antropocéntrico?
Algunas cosas que podemos hacer son: dedicar tiempo en la semana a aprender himnos que se cantaban en ese momento sobre la Segunda Venida, incorporar al menos un himno de esa época en nuestro culto familiar y en la alabanza congregacional, escucharlo durante la semana en alguna grabación, visitar lugares que contengan elementos mencionados en los diferentes himnos y cantarlos para grabarlos de forma más profunda.
El poder del mensaje que tenemos para compartir aún está vigente y, si cantamos más, con más convicción, podremos alcanzar a muchos más. Así que… ¡a cantar!