
El amor que se preocupa
«Cada uno debe velar no solo por sus propios intereses, sino también por los intereses de los demás» (Filipenses 2:4).
Lucas era un adolescente tranquilo y amigable que asistía a una escuela secundaria en Caracas, Venezuela. un día se dio cuenta de que uno de sus compañeros de clase, Marcos, estaba actuando de manera extraña: estaba más callado y parecía distante; y eso preocupó a Lucas.
Un poco después, tucas se acercó a Marcos cuando estaban en la cafetería y le preguntó si todo estaba bien. Marcos dudó al principio, pero finalmente compartió sus preocupaciones: estaba luchando con sus calificaciones y tenía dificultades para entender las lecciones. Tenía miedo de pedir ayuda porque pensaba que los demás lo verían como débil.
Lucas escuchó con atención y, sin pensarlo dos veces, se ofreció a ayudar a Marcos con sus estudios. Le ofreció tutorías y le ofreció que estudiaran juntos para los siguientes exámenes. A pesar de que Lucas también tenía sus propios desafíos académicos, priorizó el bienestar de Marcos.
A medida que pasaban tiempo estudiando y compartiendo experiencias, Lucas notó cómo la confianza de Marcos comenzó a aumentar. Ya no se sentía solo en sus dificultades académicas, y se dio cuenta de que pedir ayuda no era una señal de debilidad, sino un acto de valentía.
Con el tiempo, Marcos mejoró sus calificaciones y recuperó la confianza en sí mismo. Pero lo más importante es que había encontrado un amigo en tucas, alguien que realmente se preocupaba por él y sus intereses.
El versículo en Filipenses 2:4 nos llama a buscar no solo nuestros propios intereses sino a preocuparnos por los intereses de los demás. La historia de Lucas y Marcos nos enseña que el amor que se preocupa por los demás puede hacer una diferencia significativa en la vida de alguien, y construir amistades sólidas en la empatía y apoyo mutuo.
Oración: Padre celestial, ayúdame a seguir el ejemplo de Lucas y a preocuparme por los intereses de los demás.