Dios no pasa por alto una sola de tus lágrimas
“Tú recoges cada una de mis lágrimas. ¿Acaso no las tienes anotadas en tu libro?” (Salmo 56:8, DHH).
Llorar es una emoción humana básica. Eso significa que todos lloramos. Sí, los hombres también. La Biblia registra que grandes hombres y mujeres de Dios lloraron. “Abraham lloró por la muerte de Sara” (Gén. 23:2, DHH). “Los israelitas lloraron a Moisés durante treinta días en el desierto” (Deut. 34:8, DHH). El salmista escribió: “Mis lágrimas fueron mi pan de día y de noche” (Sal. 42:3). Job expresó: “Mi rostro está hinchado por el llanto y mis párpados entenebrecidos” (16:16). Hubo un profeta, Jeremías, a quien se ha apodado como “el profeta llorón”. Incluso Jesús lloró (ver Juan 11:35). Y lo maravilloso que nos dice el retrato de hoy es que Dios toma nota de todo lo que nos sucede.
Dios sabe que sufrimos heridas que nos llevan a encerrarnos a solas y llorar. Heridas por pecados que hemos cometido; heridas por palabras duras o trato inhumano que hemos recibido; heridas de adicciones y conductas que nos cuesta tanto abandonar; heridas por la muerte de esa persona que marcaba la diferencia en nuestra vida; heridas de sueños rotos; heridas antiguas y recientes que aún duelen, aún sangran. Él lo sabe y nos dice: “Conozco vuestras lágrimas; yo también he llorado. Conozco los pesares demasiado hondos para ser susurrados a ningún oído humano. No piensen que están solitarios y desamparados. Aunque en la tierra vuestro dolor no toque cuerda sensible alguna en ningún corazón, mírenme a mí, y vivan” (El Deseado de todas las gentes, p. 447).
Esta es una gran noticia. Si hasta ahora has creído que siempre lloras solo, de ahora en adelante puedes tener la certeza de que Dios está a tu lado cuando lloras, recogiendo esas lágrimas para darles un sentido; anotándolas en su libro para que puedas verlas con perspectiva.
No sé qué lágrimas estás llorando hoy. Tal vez la relación con uno de tus hijos está pasando por su peor momento; quizá sufres un dolor continuo por una enfermedad autoinmune o crónica; a lo mejor tu economía hace aguas o lo que hace aguas es tu matrimonio; quizá la dura vejez te ha dejado sin alegrías… ¡Dios lo sabe! Él conoce todo lo que vives y no te deja solo. Él recoge cada una de tus lágrimas porque está velando tu tristeza, y la está registrando para cuando vuelva a buscarte. Ese es tu Dios. No lloras solo.