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«Como ustedes saben, los gobernantes de las naciones las dominan, y los poderosos les imponen su autoridad. Pero entre ustedes no debe ser así. Más bien, aquel de ustedes que quiera hacerse grande será su servidor» (Marcos 10: 42- 43, RVC).
Otras versiones en lenguaje más moderno y dinámico traducen que «los que se consideran jefes de las naciones oprimen a los súbditos, y los altos oficiales abusan de su autoridad» (NVI), o incluso «actúan como dictadores» (BL). Esto era muy cierto en tiempos de Jesús y desgraciadamente lo sigue siendo en nuestros días.
Parece que el hecho de oprimir a los súbditos o de abusar de la autoridad sobre empleados o subalternos, a todos los niveles, desde la pareja a la empresa, pasando por cualquier gobierno, ha cambiado muy poco a lo largo de la historia. Las formas cambian, los principios son más o menos los mismos. Los que detentan el mando saben muy bien que el instrumento de poder más efectivo es el miedo y que la circunstancia más favorable para sacar partido es la vulnerabilidad de quien se ve obligado a servir por necesidad.
Quienes ejercen cualquier tipo de opresión saben que las necesidades —materiales, afectivas o espirituales—, bien manejadas, pueden rendir grandes dividendos. Por eso, cuando quieren conseguir sus objetivos se sirven de la coacción. Fuerza física, dictadura política, presión financiera, tortura psicológica o miedo a quedarse sin recursos. No importa que se trate de un marido violento, un empresario déspota o un gobierno corrupto, todos se sirven de su posición de fuerza para aprovecharse del más débil.
Sabemos que, si no fuera por necesidad, muchos empleados no aceptarían sus sueldos de miseria; sin la presión del miedo, ciertos gobiernos durarían poco; y si no fueran tan dependientes, pocas mujeres seguirían aguantando las vejaciones de un maltratador.
Las palabras de Jesús estaban dirigidas a sus discípulos. Porque todos, sobre todo los creyentes, deberíamos tener muy claro que estamos en este mundo para servir y no para servirnos de los demás.
Señor, recuérdamelo hoy, una vez más.