Matutina para Adultos, Viernes 04 de Junio de 2021

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Cuando un “no” es un “sí”

“Ciertamente no me conviene gloriarme, pero me referiré a las visiones y a las revelaciones del Señor” (2 Corintios 12:1).

En 2 Corintios 12, el apóstol Pablo relata su privilegio de haber sido llamado por Cristo mismo. No obstante, Pablo no se gloría de ello. Para evitar el orgullo y la autoglorificación, Dios permitió en el apóstol un aguijón en la carne (vers. 7). Probablemente Pablo se refería a alguna enfermedad física, algo evidente y que le causaba considerable dificultad, así como incomodidad e inconveniencia. Sin embargo, esa dificultad ayudó al gran Pablo a ser totalmente dependiente de la gracia de Dios. Por eso, por depender, en su fragilidad, del poder de Dios, el apóstol afirmó que era fuerte justamente porque era débil.

En su ministerio, el apóstol supo lidiar con las fragilidades de las personas porque él sabía que tenía sus propias debilidades. Esto lo ayudó a demostrar interés no por los bienes de las personas o por las ventajas de estar con ellas; Pablo aprendió a tener interés en el bienestar de las personas. Y en su interés, él se preocupa por ayudar a resolver o evitar las peleas, las intrigas y el egoísmo que pueda haber entre sus hijos e hijas en la fe.

Tres veces pidió Pablo a Dios por la solución a su problema, pero no tuvo respuesta. Y Pablo no era el tipo de adorador que oraba y, precisamente, no obtenía respuestas. El oró, y la cárcel de Filipos tembló y el carcelero se salvó. El oró, y 276 personas se salvaron de un naufragio increíble. Pero, para su problema físico oró tres veces, y las tres veces Dios dijo “no”. Usted ¿ha pedido algo a Dios y parece que él guarda silencio? Como ningún otro, el silencio de Dios duele porque parece desinterés o indiferencia de su parte. Más allá de eso, tal vez haya algo peor: cuando Dios nos responde y dice “no”. 

Por eso, aquí entra en juego la fe. Pablo comprendió que el “no” de Dios era un “sí”. Entonces, fortaleció su dependencia del Señor, se hizo fuerte en la debilidad, comenzó a tener placer en las flaquezas, y eso fue una bendición para él. Y, por esa bendición, él pudo bendecir a tantos desde su propia experiencia.

Algunos dicen que “el que espera desespera”. No tiene que ser así, si confiamos en quien está al comando, Dios mismo. Sus silencios, sus “no” y sus tiempos son siempre los mejores. 

Amigo lector, mira la vida con otros lentes; los mismos que el apóstol tuvo que usar para entender y fortalecerse en la voluntad de Dios. Elena de White lo dice así: “Cristo une con la Fuente del poder infinito al hombre caído, débil y desamparado” (El camino a Cristo, p. 20). 

Es así como un “no” de Dios puede ser el “sí” más grande para tu vida.

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