Matutina para Adultos | Viernes 17 de Noviembre de 2023 | “La plena estatura de Cristo”

“La plena estatura de Cristo”

“Todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo” (Efesios 4:13, NVI).

Cada año más de un millón de personas visitan la Galería de la Academia de Florencia con un objetivo muy concreto: contemplar el David de Miguel Ángel. La celebérrima escultura, que fue tallada en un trozo de mármol considerado inservible para ese tipo de trabajo artístico, sobrepasa los cinco metros de alto y las seis toneladas de peso. Durante su medio milenio de existencia había sido consideraba un símbolo de la perfección y la belleza; sin embargo, hace unos años todos quedamos asombrados cuando se informó que la escultura tiene un desperfecto anatómico: hay un agujero entre la columna vertebral y el omóplato derecho. Salvo esa pequeña imperfección, se podría decir que la obra es anatómicamente perfecta.

El David es perfecto a pesar de esa imperfección. ¿No es paradójico? Pues esa es la paradoja humana: por un lado, somos perfectos porque la mano divina ha cincelado nuestra vida, porque somos el resultado del más excelso cincel que existe en el universo. Llevamos la perfección que Dios colocó en nosotros desde el mismo momento en que fuimos engendrados. Aunque quizá nuestras proporciones anatómicas distan mucho de las medidas humanas perfectas, en lo que respecta a Dios, cada uno de nosotros constituye el más bello ejemplo de perfección. Como el salmista, podemos decir: “Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar ni una de ellas” (Sal. 139:16). A propósito, el Comentario bíblico adventista dice: “Así como el arquitecto dibuja el plano y traza las especificaciones para una nueva vivienda, también Dios dispone lo que ha de ser cada individuo aun antes de que este vea la luz del día. A cada uno le toca decidir si seguirá el diseño divino o no”.²¹⁹

Por otro lado, somos imperfectos porque formamos parte de un continuo proceso de cambios, porque todavía no hemos llegado “a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo” (Efe. 4:13, NVI).

Somos los perfectos en los que Dios sigue trabajando para pulir nuestras imperfecciones y asegurarse de que todos lleguemos a la unidad, al conocimiento del Señor, a la “estatura de Cristo”.

219 Francis D. Nichol, ed., Comentario bíblico adventista (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1994), t. 3, p. 939.

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