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«Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a ser perfectos sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor» (Heb. 11:39, 40, NVI)
El 12 de junio de 1939, se inauguró el Salón de la Fama del Béisbol en Cooperstown, Nueva York. Su propósito es estudiar la historia del béisbol, exhibir objetos relevantes relacionados con su historia, y sobre todo, organizar actividades para honrar a los mejores jugadores, dirigentes, árbitros y promotores del deporte.
No obstante, cuando se evoca el Salón de la Fama, nuestra mente automáticamente visualiza a los jugadores cuyos nombres han sido inmortalizados en dicho recinto. Los primeros cinco jugadores en ingresar al Salón de la Fama fueron: Ty Cobb, Babe Ruth, Honus Wagner, Christy Mathewson y Walter Johnson. Hasta el año 2023, el Salón de la Fama había homenajeado a 342 personas, y la lista continúa creciendo. El lema del salón es: «Preservar la historia, honrar la excelencia, conectar generaciones».
¿Sabías que la Biblia también contiene un «salón de la fama»? Hebreos 11, al igual que el salón de la fama de Cooperstown, preserva la historia de los grandes héroes de la fe que hoy nos sirven de ejemplo. También honra la excelencia de los hombres y mujeres que, por fe, «conquistaron reinos, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros» (Hebreos 11:33, 34). Y, sobre todo, conecta las generaciones pasadas con el presente, al recordarnos que el poder de Dios que obró en los héroes de la fe está a nuestra disposición hoy.
Pero lo que más me llama la atención del «salón de la fama» de los hijos de Dios es que la ceremonia de inducción todavía se encuentra en el futuro, como lo señala el versículo de hoy. ¿Por qué? Pablo dice que la razón es que Dios no desea que ellos sean perfeccionados antes que nosotros. Eso indica que la puerta continúa abierta para que tú y yo formemos parte de ese elenco estelar de hombres y mujeres de fe. Como tales, hoy tenemos la oportunidad de conservar la historia de los que nos precedieron, honrar la excelencia
que los caracterizó y conectar con las nuevas generaciones para transmitir nuestra fe y esperanza a un mundo que las necesita.
