Matutina para Jóvenes | Jueves 27 de Junio de 2024 | Las estatuas robadas

Las estatuas robadas

«Todo hombre es como hierba, y su grandeza es como la flor de la hierba. La hierba se seca y la flor se cae, pero la palabra del Señor permanece para siempre» (1 Pedro 1: 24, 25).

Después de la Segunda Guerra Mundial, Francia designó a una comisión para que se encargara de devolver al país todas las estatuas que habían sido robadas por el enemigo. Esas estatuas, cientos de ellas, fueron llevadas a París y almacenadas, a la espera de ser reclamadas por sus dueños. Entre ellas había estatuas de famosos poetas, maestros, políticos, generales y filósofos.

Resultó sorprendente que veintenas de estatuas nunca fueron reclamadas. A muchas de ellas ni siquiera se las pudo identificar. Un ministro francés de relaciones exteriores comentó: «Nadie las quiere. Tal vez hace cuarenta y cincuenta años se llamó a los niñitos de las aulas para que cantaran cuando se inauguraron esas estatuas. Tal vez el prefecto dio su discurso. Ahora nadie puede recordar los nombres de esos personajes».

Muchos años antes, Salomón había dicho: «Las cosas pasadas han caído en el olvido, y en el olvido caerán las cosas futuras entre los que vengan después» (Eclesiastés 1: 11). «¡Vana ilusión, vana ilusión! ¡Todo es vana ilusión!» (Eclesiastés 1: 2). Y el apóstol Pedro comparó la fama y la gloria terrenales a la flor de la hierba que se seca y cae.

Pero no todas las cosas florecen momentáneamente. «La palabra del Señor permanece para siempre». En tiempos pasados, la Palabra de Dios ha sufrido recios ataques, y ha sobrevivido. Las naciones se han elevado al pináculo de la gloria, y luego se han hundido; los hombres han sido exaltados y luego olvidados; pero la Palabra de Dios tiene hoy más vitalidad y es más gloriosa que nunca.

Hoy en día tenemos más acceso a las Escrituras que en cualquier periodo previo de la historia, además de comentarios, devocionales como este, aplicaciones que facilitan su estudio y numerosos sermones a la distancia de un clic.

¿No quieres unirte a lo que perdurará? ¿A lo que nunca llegará a ser una «vana ilusión»? Entonces estudia y obedece cada día la Palabra de Dios. Puedes obtener la inmortalidad por medio de la salvación que es en Cristo Jesús.

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