«¿Cómo podrá el joven llevar una vida limpia? ¡Viviendo de acuerdo con tu palabra!» (Sal. 119:9)
Te confieso que me costó creer lo que leía. Tuve que releer el artículo para asimilarlo. Ryan Burge reporta que «las personas más educadas son más propensas a declarar una afiliación religiosa en las encuestas […]. A medida que aumenta la educación, también lo hace la afiliación religiosa». A pesar de que la cultura popular intenta persuadirnos de que a medida que el nivel de educación de una persona aumenta, disminuye su interés por la religión, la realidad es que la mayoría de quienes asisten a servicios religiosos en los Estados Unidos poseen un título universitario. Además, pertenecen a la clase media en cuanto a nivel de ingresos, están casados y tienen hijos.
Después de presentar las estadísticas, Ryan Burge concluye que «la religión en la América del siglo XXI se ha convertido en un enclave para personas que lo han hecho todo ‘bien’. Tienen diplomas universitarios, matrimonios, hijos e ingresos de clase media. La religión no es para aquellos que no marcan todas estas casillas» («Religion Has Become a Luxury Good», Religion Unplugged, 3 de julio de 2023). ¿Qué opinas de esta conclusión?
Me pareció curioso que Burge no incluyera en sus estadísticas la edad a la que las personas se unen a la iglesia, así que investigué más. Un estudio de la Asociación Nacional de Evangélicos señaló que el 63 % de las personas que hoy asisten a las iglesias aceptaron a Cristo antes de los catorce años. Considerando este dato, cabe que nos preguntemos: ¿es la religión el resultado del éxito o su causa?
En el Salmo 119, David señala que una vida limpia es el resultado de vivir de acuerdo con la Palabra de Dios. La Biblia promueve el trabajo diligente (Prov. 12:24, Ecl. 11:4), la sabia administración de los recursos (Prov.
22:7; 27:23), el matrimonio como una institución creada por Dios (Gén. 2:24) y los hijos como un regalo del
Señor (Sal. 127:3).
Así las cosas, creo que la religión no es el premio para los que se portan bien, sino el fundamento y la causa de una vida próspera y plena. Después de todo, Dios no solo desea salvarte, sino que quiere que «así como te va bien espiritualmente, te vaya bien en todo y tengas buena salud» (3 Juan 2).