Los caminos de Dios
«Así como el cielo está por encima de la tierra, así también mis ideas y mi manera de actuar están por encima de las de ustedes, el Señor lo afirma» (Isaías 55: 9).
Hacia finales del siglo XVIII, las cárceles de Inglaterra se encontraban abarrotadas de deudores y prisioneros políticos. Los jueces continuaban dictando sentencias y buscando la manera de enviar a los convictos a colonias británicas. Joseph Banks, miembro de la expedición liderada por Cook, consideró que Australia sería un lugar idóneo para establecer un centro penitenciario, ya que escapar de allí resultaría casi imposible. Además, esta tierra ofrecía suficiente suministro de agua, madera y otros recursos básicos para mantener a una población más numerosa de la que habitaba allí en ese momento.
El capitán Arthur Philip fue designado para liderar el transporte de los setecientos convictos a Australia por vía marítima. Fue el 26 de enero de 1788 cuando los prisioneros pusieron pie por primera vez en la tierra que se convertiría en su nuevo hogar. Más tarde llegaron colonos libres que también optaron por establecerse en la región, y juntos, estos dos grupos fueron los fundadores de la colonia de Sydney.
Los miembros del Parlamento británico originalmente consideraron que habían establecido simplemente una colonia de presidiarios, pero no podían imaginar los planes trascendentales que Dios tenía reservados para Australia. Esta isla-continente estaba destinada a convertirse, cien años después, en un importante centro para la difusión del mensaje adventista a lo largo de Asia y las islas del Pacífico Sur. Fue allí donde se estableció la primera Unión de la Iglesia Adventista. Además, bajo la guía personal de Elena G. de White, se fundó la universidad Avondale y la primera industria de alimentos, que sirvieron de modelo para instituciones similares en diferentes partes del mundo.
Es realmente emocionante contemplar cómo Dios, en silencio, obra de acuerdo con sus más elevados propósitos en beneficio de la humanidad y las naciones. Dios tiene caminos misteriosos e inescrutables que a menudo no coinciden con los nuestros. Pero podemos confiar en que él sabe lo que hace y que tiene un plan perfecto para cada persona en cada lugar. Aunque no entendamos sus designios, podemos estar seguros de que quiere lo mejor para nosotros. Por eso, debemos entregarle nuestra vida y seguir sus pasos con fe y obediencia.
¿Estás dispuesto a aceptar los caminos de Dios para tu vida?