«En Dios confío, ¿por qué habría de tener miedo? ¿Qué pueden hacerme unos simples mortales?» (Sal. 56:11, NTV)
El 3 de marzo de 1865, el Congreso de los Estados Unidos aprobó una ley, firmada por Abraham Lincoln justo antes de su asesinato, que autorizó al director de la fábrica de moneda a inscribir el lema In God We Trust (En Dios confiamos) «en todas las monedas de oro y plata que lo permitieran». Este lema apareció por primera vez en las monedas de dos centavos que se acuñaron en 1863 y se pusieron en circulación al año siguiente. En 1955, el Congreso aprobó que se colocara In God We Trust en todas las monedas y billetes de los Estados Unidos. El 30 de julio de 1956, el presidente Dwight D. Eisenhower firmó una resolución que convirtió esta frase en el lema oficial de los Estados Unidos.
Después de su adopción como lema nacional, es común escuchar a los estadounidenses decir «en Dios confiamos», y por si se les olvida, la frase aparece en cada moneda y billete. Sin embargo, en lugar de solo colocar esta frase en nuestro dinero o nuestros símbolos patrios, ¿no sería mejor grabarla en nuestros corazones? «En Dios confiamos» es el mejor lema que tú y yo podemos escoger para nuestras vidas; es la mejor respuesta que podemos dar ante las adversidades que a menudo nos azotan.
A ti y a mi nos ha tocado vivir en un mundo que ha depositado su confianza en políticos, deportistas, celebridades del mundo del espectáculo e influencers. Como resultado, nuestro mundo se ha tornado incierto, polarizado, racista, violento y lleno de miedo. ¿Cómo podemos llevar vidas plenas con tanta negatividad en nuestras ciudades, en los medios de comunicación y en el mundo en general? ¡Confiando en Dios!
¿Sientes que el mundo se ha tornado oscuro? Confía en Dios, él es la luz (1 Juan 1:5). ¿Sientes que el mundo es violento? Confía en Dios, él es nuestra paz (Efe. 2:14). ¿Sientes que el mundo ha perdido la cabeza? Confía en Dios, él te dará cordura y serenidad para tomar las mejores decisiones. No sé qué pasará con el dólar, ni con la economía. De hecho, no sé nada de lo que pasará mañana, lo único que sé es que lo mejor que puedo hacer hoy es confiar en Dios.
