Matutina para Jóvenes, Viernes 23 de Julio de 2021

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La fe del centurión

“Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe” (Mat. 8:10).

Si leemos un poco de historia romana, veremos que el centurión era alguien que tenía unos cien hombres a su mando, hombres que lo obedecían. A su vez, él obedecía órdenes. Estaba familiarizado con los protocolos y las jerarquías.

Conocía al pueblo de Israel, con todas sus costumbres, y lo valoraba. Creía en Dios y creía que la enseñanza de Jesús satisfacía el alma. ¡Parecía entender todo mucho mejor que los propios judíos!

Al enterarse de su llegada, los ancianos hablaron de jerarquías y protocolos, explicaron los méritos de este hombre (como si Jesús se preocupara por esas cosas). Jesús fue a verlo no porque fuera importante, sino porque era de las personas que había venido a rescatar.

El centurión demostró tener tanta fe en Jesús como para no necesitar que él fuera a su casa. Jesús no estaba acostumbrado a este trato. Sus compatriotas habían sido muy diferentes. Sin embargo, este hombre estaba dispuesto a obedecer como obedecerían las olas y los demonios. Jesús se maravilló, algo que no se dice muchas veces de él. 

El centurión, “nacido en el paganismo, educado en la idolatría de la Roma imperial, entrenado como soldado, aparentemente separado de la vida espiritual por causa de su educación y ambiente, y aun más por el fanatismo de los judíos y el desprecio de sus propios compatriotas para con el pueblo de Israel, percibió la verdad a la cual los hijos de Abraham eran ciegos. No aguardó para ver si los judíos mismos recibirían a quien declaraba ser su Mesías” (El Deseado de todas las gentes, p. 284).

¡Cuántas lecciones podemos extraer de este encuentro breve pero poderosísimo! No esperemos para ver si la gente que nos rodea va a recibir a Jesús, incluso dentro de un ámbito religioso.

Amemos a nuestro prójimo con tal preocupación y dedicación como este importante hombre amó a su siervo. Confiemos en el poder y en las órdenes de Jesús y, al exponernos a la luz de su gloria, mostremos que entendemos nuestra condición ante él. Llevemos a otras personas a Jesús no por sus méritos, sino por su necesidad.

Todas estas cosas puedes ponerlas en práctica ahora, pero si estás en tu etapa de formación profesional, haz un pacto para imitar a este hombre cuando tengas gente a cargo. Son cualidades dignas de imitar en el liderazgo.

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