“El Olam”
“Allí, en Beerseba, Abraham plantó un árbol, un tamarisco, e invocó el nombre del Señor, el Dios eterno” (Génesis 21:33).
Cuanto mejor conocemos a una persona, más podemos confiar en ella. Lo mismo pasa con nuestra relación con Dios. A medida que leemos la Biblia entendemos mejor su carácter y eso nos da confianza. En la cultura hebrea, los nombres de las personas transmitían una característica de la personalidad. Dios es tan grande que un solo nombre no puede revelarnos todas sus buenas cualidades. Existe un libro que se titula Los 365 nombres de Cristo, y destaca muchas virtudes del Señor. ¡Te imaginas! Un nombre para cada día del año.
Ya descubrimos que uno de los nombres de Dios es El Shaddai, que significa “Dios Todopoderoso”. En Génesis 14:19, 22 encontramos cómo Melquisedec se refiere a Dios: El Elyon, que significa “Dios Altísimo y Creador”. Hoy descubrimos a Dios como El Olam, que quiere decir “Dios Eterno”. ¿Qué nos transmite este nombre? Que Dios tiene vida en sí mismo. Todo lo que nos rodea es pasajero, pero él permanece para siempre. Y vemos su eternidad en su constante amor por nosotros. Él es el mismo ayer, hoy y mañana. Es el Dios del pasado, del presente y del futuro. Reconocerlo como eterno nos da seguridad, pues mucha gente vive angustiada, con temor al futuro. Nadie puede predecir el futuro, sino solo Dios. Él te asegura hoy que tu futuro está en sus manos. Al vivir con fe, dejamos de preocuparnos y confiamos plenamente en Dios.
Conocer más de Dios nos permite adorarlo mejor. La parte final de Génesis 21 nos presenta a Abraham viviendo en Beerseba (tierra de los filisteos). Se estableció ahí un buen tiempo, unos 15 años. Isaac no nació en la tierra prometida. Aun antes de poseer la tierra prometida Dios protegió y prosperó a Abraham en todo lo que emprendía, al punto en que la gente lo notaba. Abimelec y Ficol le dijeron: “Vemos que Dios te ayuda en todo lo que haces” (Gén. 21:22).
Puedo imaginar el rostro siempre feliz de Abraham. En realidad, para Abraham, no vivir aún en la tierra prometida, pero contar con la presencia de Dios era tenerlo todo. Hoy nosotros todavía no estamos en la Patria celestial, pero Dios promete bendecirnos siempre mientras caminamos a su lado. Tener su compañía es tenerlo todo.