Para vivir mejor
“Yo soy el Señor, su Dios. Ustedes deben purificarse completamente y ser santos, porque yo soy santo” (Levítico 11:44).
A Dios le interesa cada aspecto de nuestra vida, aun nuestra alimentación. Por eso, nuestro Padre celestial hace muchos siglos dio indicaciones sobre asuntos relacionados con la salud que recién hoy se conocen bien. Los israelitas recibieron leyes específicas sobre cómo alimentarse, para que los conocieran por ser saludables. Nosotros también somos santos delante de Dios cuando obedecemos las normas de alimentación de Levítico 11.
Hay una unión entre la salud física y la capacidad de distinguir entre el bien y el mal; y de entender la voluntad de Dios para nuestra vida. Si tienes salud, vas a tener fuerza física y moral, y esto te dará alegría y el deseo de servir a Dios.
Dios había hecho tanto por el pueblo de Israel. ¡Hasta los había liberado de la esclavitud! “Yo soy el Señor, el que los hizo salir de Egipto para ser su Dios. Por lo tanto, ustedes deben ser santos porque yo soy santo” (Lev. 11:45). Antiguamente, cuando alguien quería libertar a un esclavo tenía que pagar mucho dinero. Dios nos recuerda que nos ha comprado mediante el sacrificio de su Hijo en la cruz. Una manera de honrarlo es cuidando nuestra salud y siguiendo las claras instrucciones que nos dio en su Palabra. El apóstol Pablo dijo: “Dios los ha comprado. Por eso deben honrar a Dios en el cuerpo” (1 Cor. 6:20).
Aceptar esta verdad quiere decir que no necesitamos esperar a que las autoridades obliguen a las empresas a colocar un “etiquetado claro” en sus productos para saber qué es nutritivo y qué no. Tampoco dependemos de que un médico nos indique las graves consecuencias de consumir algunas carnes, como el cerdo o el camarón; ni necesitamos conocer las terribles estadísticas de muertes por el consumo de alcohol, tabaco y drogas para convencernos de no usar estas sustancias.
Que Dios lo dijera siglos antes que la ciencia es suficiente para creer y obedecer en este tema tan importante para nuestro bienestar y nuestra felicidad actual y futura.