Sábado 25 de Diciembre de 2021 | Matutina para Adultos | Al pedido de Dios

Al pedido de Dios

“Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac: el que había recibido las promesas, ofrecía su unigénito, habiéndosele dicho: ‘En Isaac te será llamada descendencia’ ” (Hebreos 11:17, 18).

Dios le pidió a la primera pareja que tuviera hijos y se multiplicaran. Dios le pidió a Noé que generara hijos. Dios le prometió descendencia a Abraham, y ¡no se la daba! Su edad y la infertilidad de Sara, su mujer, parecían impedir el cumplimiento de la promesa. Sin embargo, la promesa, a su tiempo, se cumplió.

Ahora bien, surge algo muy extraño. Cuando Isaac es ya un joven, Dios le pide a Abraham que lo ofrezca en sacrificio. ¿Por qué querría Dios quitarle a su hijo si él mismo se lo había dado?

Abraham obedece el pedido divino. Isaac también, y “se somete al sacrificio porque cree en la integridad de su padre. Pero, cuando todo está listo, cuando la fe del padre y la sumisión del hijo están plenamente probadas, el ángel de Dios detiene la mano levantada de Abraham y le dice que es suficiente:

‘Ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único’ ” (Elena de White, A fin de conocerle, p. 22). De este modo, Isaac era un símbolo del Hijo de Dios, que sería dado en sacrificio por los pecados del mundo.

Hoy es Navidad, y la cristiandad celebra el nacimiento de Cristo, aunque sabemos que no es la fecha correcta. El niño nació, para ocupar el lugar de Isaac y el nuestro. La Biblia dice que cuando Jesús nació los sabios de oriente hicieron un largo viaje, llevando presentes para el niño. El incienso era utilizado en rituales religiosos. La mirra era una resina extraída de un árbol, usada con el fin de preparar los cuerpos para la sepultura. El oro era símbolo de realeza. Así, el recién nacido fue homenajeado y reconocido como Sacerdote, Salvador y Rey. 

“Los magos trajeron al Salvador las cosas más valiosas que tenían […] nos dieron ejemplo. Muchos obsequian regalos a sus amigos, pero no tienen nada para el Amigo celestial de quien reciben todas las bendiciones. No debemos obrar así, sino reservar para Cristo lo mejor de todo lo que tenemos: de nuestro tiempo, nuestro dinero y nuestro amor” (Elena de White, Cristo nuestro Salvador, p. 17).

El Cielo dio. El Padre dio. El Hijo dio. Los sabios dieron. Hoy te propongo una Navidad diferente: una que implique regalarte por entero a Jesús, recociéndolo como Sacerdote, Salvador y Rey con el oro de tu fe y tu amor, con el incienso de tus oraciones y con la mirra de tu testimonio.

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