Callar y esperar
«¡Guarden silencio en presencia del Señor, porque el día del Señor está cerca! ¡El Señor ha dispuesto un sacrificio y ha consagrado a sus invitados!». Sofonías 1: 7
Hace mucho tiempo, en un reino distante, un monarca no creía en la bondad de Dios. Tenía, sin embargo, un súbdito que siempre le recordaba acerca de esa verdad. En todas las situaciones, decía:
—Rey mío, no se desanime, porque todo lo que Dios hace es perfecto. ¡Él nunca se equivoca! Es mejor callar ante su presencia y esperar en su bondad.
Un día, el rey salió a cazar junto con su súbdito, y una fiera de la jungla lo atacó. El súbdito consiguió matar al animal, pero no evitó que el rey perdiera el dedo meñique de la mano derecha. El rey, furioso por lo que había ocurrido, y sin mostrar agradecimiento por los esfuerzos de su siervo para salvarle la vida, le preguntó:
—Y ahora, ¿qué me dices? ¿Dios es bueno? Si Dios fuera bueno, yo no habría sido atacado, y no habría perdido mi dedo.
El siervo respondió:
—Rey mío, a pesar de todas esas cosas, solamente puedo decirle que Dios es bueno, y que quizás eso, perder un dedo, sea para su bien. Todo lo que Dios hace es perfecto. ¡Él nunca se equivoca! No lo olvide, es mejor callar y esperar en él.
El rey, enfurecido por la respuesta, lo mandó a la celda más oscura y fétida del calabozo. Pasado un tiempo, el rey salió nuevamente para cazar y en esta ocasión fue atacado por una tribu que vivía en la selva. Esta tribu era temida, porque realizaban sacrificios humanos. Inmediatamente después de capturar al rey, comenzaron a preparar el ritual del sacrificio. Cuando ya tenían todo listo, el sacerdote, al examinar a la víctima, gritó furioso:
—¡Este hombre no puede ser sacrificado, es defectuoso! ¡Le falta un dedo!
Al volver al palacio, muy alegre y aliviado, liberó a su súbdito y pidió que fuera a su presencia. Al ver a su siervo, lo abrazó y dijo:
—¡Dios fue realmente bueno conmigo! Pero ahora tengo una gran duda: Si Dios es tan bueno, ¿por qué permitió que estuvieses preso, tú que tanto lo defendiste?
El siervo sonrió, y dijo:
—Rey mío, si yo hubiera estado junto con usted en esa caza, seguramente habría sido sacrificado en su lugar, ¡ya que no me falta ningún dedo!
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