Viernes 31 de Diciembre de 2021 | Matutina para Adultos | El testamento de Pablo

El testamento de Pablo

Hemos recorrido juntos la vida del apóstol Pablo y el incansable caminar misionero de este paladín de la verdad y del evangelio. Apasionado por Cristo y por la misión, motiva y genera compromiso. Su testimonio siempre me ha movilizado, y ahora aún más. Me siento deudor, y renuevo mi fe y mi esperanza.

Quiero dejarte para el final estas dos páginas. Es su testamento para ti y para todos, basado en sus propios escritos extraídos de la Biblia. 

Los dejo con Pablo, una voz de esperanza.

“Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, gracia y paz.

Señor, ¿qué quieres que yo haga? Miserable de mí. ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios, pero gracias doy a Dios, por Jesucristo quien vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. 

Indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria.

Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús porque el justo por la fe vivirá; por eso, no me avergüenzo del evangelio, pues es poder de Dios para salvación, porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, para que andemos en vida nueva, porque todos los que son guiados por el Espíritu son hijos de Dios.

¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?, ya que somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Os ruego que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, aborreciendo lo malo, siguiendo lo bueno, pues habéis sido comprados por precio; haced todo para la gloria de Dios. 

Es hora de levantarnos del sueño, pues cada uno dará a Dios cuenta de sí y nuestra salvación está más cerca que cuando creímos. La fe viene por oír la Palabra, orando sin cesar, unánimes, amando unos a otros, gozosos en la esperanza, regocijaos en el Señor siempre y compartiendo las necesidades de los santos.

Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; nos reconcilió y nos dio el ministerio de la reconciliación; nos consuela para consolar. Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí a fin de perfeccionar a los santos para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe, a la estatura de la plenitud de Cristo.

Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo y, habiendo acabado todo, estar firmes. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece; es el único Mediador, Sacerdote inmutable y eterno, por quien todo fue creado y todas las cosas en él subsisten. Él es también la cabeza del cuerpo que es la iglesia, porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia.

Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, no las de la Tierra, las que ojo no vio ni oído oyó ni han subido al corazón del hombre, las que Dios ha preparado para los que lo aman; por eso, ay de mí si no anunciara el evangelio.

Que el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser sea guardado irreprochable para la venida de nuestro Señor. Permanezca la fe, la esperanza y el amor. Cada uno dé como propuso en su corazón, porque Dios ama al dador alegre. Recordando que esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; cuando lo corruptible sea vestido de incorrupción y esto mortal de inmortalidad. 

Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, pues está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el Juicio. Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que lo esperan.

No pretendo haberlo alcanzado; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás, extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento. 

Porque aún un poco, y el que ha de venir vendrá, y no tardará; por lo tanto, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, Autor y Consumador de la fe.

Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador. Él transformará nuestro cuerpo mortal en un cuerpo glorioso semejante al suyo.

Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo, lucha como atleta, trabaja como labrador. Porque yo ya estoy para ser ofrecido, y el tiempo de mi partida está cercano. 

He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe, y me está reservada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, Juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida.

La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén”.

Nos encontraremos en el cielo. 

Tu hermano Pablo, reavivado por una pasión.

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