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«Una esposa digna es una corona para su marido,
pero la desvergonzada es como cáncer a sus huesos» (Proverbios 12:4).
La corona ha sido un símbolo de la realeza, de uso exclusivo del rey y la reina. Sobre su cabeza, significaba la autoridad ante un pueblo y su compromiso hacia el mismo para gobernarlo de la mejor manera. Estaban diseñadas en metales preciosos, generalmente de oro, con piedras preciosas incrustadas u otros materiales que la embellecieran. Es importante mencionar que quien escribe el verso de hoy fue precisamente un rey sobre cuya cabeza descansaba una fina y elegante corona. Eso nos deja evidencia de que él tenía muy claro
lo que quería que, como mujeres, comprendiéramos.
Por otra parte, el cáncer es una enfermedad que destruye el cuerpo desde adentro y gradualmente, causando cada vez más dolor y sufrimiento. Con nuestras acciones, podemos ser una de las dos cosas. Dios ha puesto en cada mujer la virtud de hacer de un hombre, un rey al convertirse en su corona. Esto lo podemos afirmar en base al siguiente texto: «Haré una ayuda ideal para él» (Génesis 2:18). Es decir, Dios crearía un ser cuyas cualidades le ayudarían a alcanzar una mayor plenitud en todas las actividades que el esposo realizara.
Los animales le proporcionaban alegrías y risas, los árboles alimento, la naturaleza toda le daría trabajo, pero ningún ser creado podía darle al hombre la capacidad de ser mejor en todos los sentidos. Por eso, Dios crea a la mujer y le transfiere la virtud de ser la corona de su esposo. Sin embargo, también podemos ser lo contrario del plan divino y cumplir la función de un cáncer en sus huesos, que no tardarán en romperse.
El contraste entre la noble corona y el malvado cáncer es abismal. El significado es obvio: Lo exaltas o lo acabas. Lo edificas o lo quiebras. Y esta virtud bien podemos aplicarla hoy a todos los que nos rodean.
Piensa: ¿tus palabras hacia los demás los hacen ser mejores o destruyen sus emociones? ¿Brindan estabilidad emocional o bajan el autoestima? ¿Eres lo que cura o eres lo que enferma?
Querida amiga, roguemos al Padre amoroso, que nos creó, que nos ayude a desarrollar la virtud de ser coronas, no solo de nuestros esposos sino de los hijos, los padres, los amigos y de todo aquel que esté cerca de nosotras.

