Sábado 04 de Marzo de 2023 | Matutina para Jóvenes | Abraham Inn

Abraham Inn

Plantó Abraham un tamarisco en Beerseba, e invocó allí el nombre de Jehová, Dios eterno. Génesis 21:33.

Existe un comentario muy curioso a este versículo en una de las traducciones más antiguas de la Biblia. El texto que menciona dicho comentario es un material de los primeros siglos de nuestra era, y realiza una traducción muy dinámica del Pentateuco. Escrito con las normas de su época, cambia el orden de las letras para encontrar nuevos significados a la Palabra de Dios. En este caso, cambia la palabra “tamarisco” (‘sl) por “preguntar” (s’l), y sostiene que el lugar donde se hacen preguntas es una fonda y, por tanto, Abraham puso una posada en Beerseba. Así lo dice:

“Abraham plantó un huerto en Beerseba y puso, en medio de él, comida para los transeúntes. Y cuando comían y bebían, querían pagarle lo que habían comido y bebido, pero (Abraham) les recordaba: ‘De-Quien-dijo-y-el-mundo-fue han comido’. Y no se movían de allí hasta que los convertía y los enseñaba a dar alabanza al Señor del mundo…”

Aunque no deja de ser legendario, el comentario nos proporciona algunas reflexiones interesantes. En primer lugar, qué espectacular llamar a Dios como “De-Quien-dijo-y-el-mundo-fue”, o “Señor del mundo”, porque nos recuerda la grandeza de un Creador que genera universos como si nada, y de un Mantenedor que sostiene universos como si, con ello, lo fuera todo. En segundo lugar, el concepto de que Abraham era un testificador nato de Dios. No siempre asociamos esa imagen con el patriarca, y hemos de recordar que gracias a él muchas personas fueron bendecidas; incluidos nosotros. Como dice Gálatas 3:8: “Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: ‘En ti serán benditas todas las naciones’ ”. Y es que compartir a Dios es regalar esperanza, bendiciones por doquier.

Sea como fuere, el tamarisco otorga una buena sombra en lugares áridos. Es un espacio donde reposar de las fatigas del mundo, reflexionar sobre él y comentarlo a los demás. Incluso, agradecérselo a Dios. El tamarisco es una oportunidad de encuentro con “De-Quien-dijo-y-el-mundo-fue” y con los “Que-somos-del-mundo-y-queremos-ser-mejores”. No sabemos muy bien si el tamarisco es un árbol o un arbusto, pero ¿acaso importa? Las etiquetas no son relevantes cuando se hacen las cosas como se tienen que hacer. No nos atemos a estereotipos o a métodos, compartamos a Dios con sinceridad, y el Espíritu traerá su frescura.

No es tan mala idea la del comentario, podríamos poner una cadena de hoteles donde se refresque y nutra el alma, espacios de vida y consuelo. Lugares donde hablar con Dios. Entonces, ¿plantamos unos cuantos tamariscos?

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